De Wert y Bertín: una historia llena de vueltas

La fotografía de Sergio Soto (14/04/2016)
02:58
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
A Coruña
Regresar al origen contiene una especie de dignidad ancestral. Recuperar lo perdido, volver a lo aparcado, apelar a la melancolía que produce el recuerdo siempre ha sido de lo más eficaz para convencer a alguien. Traer de nuevo los días en que la leche sabía a leche y los tomates a tomate. Debe ser por eso que <<volver al origen>> fue eslogan de una conocida marca de productos lácteos o del cabildo de Tenerife para promocionar sus vinos. Sirve para todo.
Rajoy, quien tantas veces rechazó las propuestas de sus rivales políticos tildándolas de “eslogan”, no ha podido resistirse a abrazar este. Con él en mente encargó al ex ministro Wert una ley de educación. Wert cabeceó confuso, se sirvió un poco de agua con gesto serio, paseó la palma de la mano por su calva. “¿Cuál es el origen de todas las cosas”- se dijo-. “No hay un solo origen, cada cosa tiene el suyo”- se contestó- y comprendiendo que tan filosófica pregunta le estaba amargando el ministerio se cargó la filosofía. Acto seguido entendió que solo había un punto en que el origen de todo coincidía: el momento primero, el principio, cuando la mano divina creó el universo. Y sabedor de la magnitud de esta revelación religiosa decidió que los estudiantes debían acreditar su conocimiento al respecto y que esto debía estar presente en su expediente académico, como las matemáticas o la lengua. Cabalgando ya extasiado sobre la idea regresó también al origen de los terrores escolares de nuestros padres: las reválidas. Volver parecía tan maravilloso que pensó en volver al modelo en el que la enseñanza universitaria de calidad solo estuviera a disposición de quien tenía dinero suficiente como parapoder permitírsela o de aquellos cuya brillantez hubiera sido varias veces acreditada. Porque, no se engañen, cualquiera que haya pasado por una facultad sabe que tres años no bastan para adquirir las destrezas de las que debe dotarte una carrera. Por eso, con el 3+2, se hacen obligatorios los másters, que son caros, más caros que en Francia o Alemaniay con un programa de becas muy inferior al de estos países.
Pero ¡Ay, volver! “Y volver, volver, volver” cantaba Bertín Osborne volviendo, probablemente, de Panamá. Hay una parte de la derecha española a la que le encanta volver. Ayer volvió a ver protestas contra la LOMCE. Ningún colectivo de la comunidad educativa defiende la ley Wert, ni estudiantes ni profesores. Tampoco en el parlamento actual hay un solo partido, a excepción del PP, que la apoye. El año pasado Rajoy premió a Wert con un fantástico destino en la OCDE porque el ex ministro volvió, volvió a encontrar el amor. Se casó con su número 2 y ahora viven en una lujosa vivienda en París, un lugar al que cualquiera querría regresar.