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Antonio Coronil

‘¡Valientes abuelas!’

Firma Antonio Coronil '¡Valientes abuelas!'

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03:14

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Ahí voy, hija, a ver si me traigo cuatro mandaos, que para mí sola, con poco ya estoy lista. Por cierto, yo esta vida de hoy no la entiendo. Mira que ya he visto yo mucho en mis ochenta y tantos años, pero es que no la entiendo.

En mis tiempos, cuando venía la legión o cualquier otro, que había muchos y de paisano también, con pistolitas y cositas de matar, pues nos metíamos en casa y mi madre nos mandaba a callar y cerraba todas las ventanas, y así, a medio oscuras, todo se hacía un silencio negro. No ahora, que vienen hasta de otros pueblos para ver como tiran las escopetitas al aire y se acaban todas las cervezas de los bares. Yo es que estos tiempos no los entiendo.

Es como ayer, cuando iba a bajar la basura, como yo tardo, porque tú sabes a mí me gusta echar cada cosa en su sitio. El papel en el azul, las botellas en el verde y las bombillas y la tetera que se me rompió, pues yo no sabía, así que con las espinas y las cáscaras que se fueron. Eso sí, las pilas se las llevo al de la farmacia, que ha puesto un buzón para recogerlas junto a los tapones de las botellas, para un chiquillo que le hace falta un silla de ruedas.

Bueno, que estaba yo en eso de repartir la basura cundo se me acercó un muchacho. El pobrecito, delgaito, delgaito y con una muletita. Yo creo que anda en eso de las drogas. ¡Esas que tantos se ha llevado al huerto de los callaos y que a otros tantos los ha hecho millonarios! Pues el chaval que me dice que si tengo algo que darle. Mira, hijo, yo lo que cobro es un poco de pensión, que el difunto de mi marío me dejó después de cuarenta años en el andamio. Pero si quieres, te esperas en el portón y te bajo un cartón de leche. Otra cosa no puedo hacer. El muchacho me dio las gracias y también me pidió dos euros para un cigarrito. Es que el pobre es digno de lástima. Que si así se ve, es por su mala cabeza, pero también tiene madre.

Por cierto, has visto a los nuevos que se han venido al segundo. Ella es muy vistosa, parece buena muchacha, pero algo ligerita de cascos, porque ya tiene tres niños, con lo joven que es, pero de dos padres distintos. Es que el primero le daba muy mala vida. Todito lo que ganaba para beber y luego, sin dinero y con la mano larga. Ella hizo muy bien, cogió a la niña chiquita, cuatro trapos y ahí que lo dejó. Luego se juntó con otro que le prometió la luna y se quedó estrellada. En cuanto la preñó, ya estaba con otra, bueno, con las dos. Así que la pobre muchacha, pues también tuvo que coger carretera y manta.

Y ahora, con el que se ha recogío esta casa, pues parece un buen hombre. Bueno, es moro, pero buen mozo y guapo, y limpio, que cuando baja las escaleras, huele a colonia hasta pasado un rato. Además, está trabajando en no sé qué del puerto, y el niño más chico, pues morenito y con mucho pelo. ¡Es más bonito!

La gente, que tanto le gusta hablar por boca ajena, sin mirar lo que tienen en su casa, pues dicen de ella, que si es esto o aquello, vamos, que tiene el elástico de las bragas flojo. A mí, que no me gusta criticar, te digo que si es buena madre y tira de todos sus hijos para adelante, pues tiene todos mis respetos. Las que no quieren ni luchan por sus hijos, esas, son las malas mujeres.

¡Ah!, que no te he dicho, que para semana santa que viene mi Manoli, con los tres niños y el marío. Bueno, tú sabes, que él no es muy de trabajar, pero es que le han venido las cosas mal. Ya sabes, hija, la crisis. Total, que se me meten cinco por las puertas toda la semana o lo mejor el mes entero. Y qué vamos hacer, pues ya nos apañaremos, que dónde come una, pues pueden comer seis. Y además, así veo a mi nieta Vanesa, la más chica que ya tiene un añito.

Los otros días la vi. Como estuvo aquí el Carlitos, pues me la enseñó en el móvil. Además, me dijo, abuela dile algo que ella te escucha. Bueno, yo le hablé a la chiquilla, pero qué me va a escuchar ni escuchar, si eso del móvil es un cristalito con pilas. Lo que se creen los de ahora, que todo se hace por ahí. Y por ahí es por dónde se pierde un tiempo precioso en conocer y en hablar con las personas, cara a cara, como cuando nos sentábamos en la Plaza Alta a comer pipas y pasaban los chiquillos con la ropita de los domingos. Y nosotras, entre risas y como amapolas de la vergüenza, nos cogíamos de la mano en los cines de verano.

Bueno, hija, ¿qué hora es? Mira que me van a cerrar la carnicería. Voy despacito bajando, me vaya a romper algo. Lo que te digo, que yo este mundo de ahora, que no lo entiendo. Que a mí todas estas cosas que pasan, que no las comprendo. Ahora, también te digo, que si a mí me hubiera cogido con veinte años menos, otro gallo cantaría.

 
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