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SPORTING 2 - ATLÉTICO DE MADRID 1

¡Ha vuelto el Sporting!

La mejor versión del equipo de Abelardo consigue una fantástica y emocionante victoria que le permite seguir soñando con la permanencia

Juan Manuel Serrano Arce (Getty Images)

Gijón

Hacía mucho tiempo que El Molinón no celebraba un gol como el de Carlos Castro al Atlético de Madrid. El Sporting ha resucitado y el sportinguismo con él. La victoria por 2-1 ante el Atlético es la culminación de una semana de catarsis en el vestuario gijonés, en el que se ha apostado por crecerse ante las dificultades. El equipo creyó que podía, y pudo. Este muerto, queda claro, está muy vivo.

  • FICHA TÉCNICA

El gol de Carlos Castro en el minuto 89 premió el trabajo de un equipo que encerró durante muchas fases del encuentro al segundo de la Liga. Los tres puntos son fantásticos; el refuerzo anímico impresionante. Queda constatado, una vez más, que este equipo, a su mejor nivel y creyendo en sí mismo, no es un grupo de guajes que están en Primera por casualidad. Son un equipo de buen nivel para competir con cualquiera.

El Sporting hizo un partido muy serio, aunque se llegó a pensar que eso no sería suficiente. Porque al Atlético de Madrid le bastó un zarpazo en la primera parte para poner el partido de cara. Fue en una jugada polémica que indignó a El Molinón. Otra más. Pablo Pérez se comía al colegiado: tenía claro que había tocado el balón en una disputa con Saúl cerca de la frontal del área. El 99% de El Molinón también lo vio así. Gil Manzano no. Pitó la falta y Griezmann (al que solo le faltaba marcar también golazos a balón parado) puso el balón ajustado a la cruceta, librando la barrera y colocando el balón allá donde Cuéllar era imposible que llegara.

Ese tanto amenazaba con echar por la borda el trabajo de un Sporting mucho más reconocible que en partidos anteriores. Volvió a ser un equipo intenso, solidario, al que le salió bien la apuesta por reforzar el mediocampo con la presencia de tres centrocampistas. El equipo de Abelardo le puso toda la voluntad al partido, en algunas fases de la primera parte solo se jugaba en la mitad del campo del Atlético, pero Oblak tenía una tarde plácida, en la que el Sporting amagaba pero sin dar, sin rematar, sin concretar.

Cansados y confiados

Pero con el paso de los minutos, en lugar de achicarse, los jugadores locales empezaron a crecerse. El Atlético, confiado y cansado, dio un paso atrás y activó el modo ahorro de energía. El Sporting se activó y volvió a encerrar al equipo de Simeone. Abelardo sacrificó un centrocampista (Mascarell) para dar entrada a Carlos Castro. Tanto ese cambio como el de Carmona fueron providenciales. Eso y que Sanabria se echó el equipo a la espalda.

El paraguayo amagó con un disparo a la madera. Y le pagó al Atlético con la misma moneda: con un gol de falta que desvía Kranevitter y despista a Oblak. El empate podía ser bueno, pero en la vida y en el fútbol la ambición suele tener premio. El Sporting vio al Atlético noqueado y quiso rematarlo. Lo hizo, pero con sufrimiento.

Castro, del infierno a la gloria

GRA163. MADRID, 19/03/2016.- El delantero del Sporting Carlos Castro celebra el gol de la victoria 2-1 ante el Atlético de Madrid, durante el partido de la trigésima jornada de Liga que disputan en el estadio del Molinón, en Gijón. EFE/Alberto Morante

GRA163. MADRID, 19/03/2016.- El delantero del Sporting Carlos Castro celebra el gol de la victoria 2-1 ante el Atlético de Madrid, durante el partido de la trigésima jornada de Liga que disputan en el estadio del Molinón, en Gijón. EFE/Alberto Morante / Alberto Morante

GRA163. MADRID, 19/03/2016.- El delantero del Sporting Carlos Castro celebra el gol de la victoria 2-1 ante el Atlético de Madrid, durante el partido de la trigésima jornada de Liga que disputan en el estadio del Molinón, en Gijón. EFE/Alberto Morante

GRA163. MADRID, 19/03/2016.- El delantero del Sporting Carlos Castro celebra el gol de la victoria 2-1 ante el Atlético de Madrid, durante el partido de la trigésima jornada de Liga que disputan en el estadio del Molinón, en Gijón. EFE/Alberto Morante / Alberto Morante

Carlos Castro vivió en cuatro minutos las dos caras del fútbol. El de Ujo pudo haber tenido una de las noches más horribles de su vida y acabó siendo el autor de un gol que puede marcar un antes y un después para el Sporting. Su fallo a pase de Sanabria, a cuatro minutos para el final, le hizo temerse lo peor. A puerta vacía, la envió al palo, para sorpresa y preocupación de todo El Molinón. El futbolista no sabía dónde meterse. Durante unos minutos se le pasó por la cabeza lo peor, lo que podía suponer ese fallo. Mordía la camiseta, miraba al cielo y contenía la rabia y casi las lágrimas. Hasta que volvió a correr. Jony entraba por la izquierda, le vio, y le dio otra asistencia perfecta. La tensión de esas décimas de segundo se convirtió en euforia cuando el balón entró en la portería de Oblak. Todos sus compañeros se lanzaron sobre él, igual que hubieran hecho los 24.000 sportinguistas que estaban en El Molinón si hubieran podido. En ese gol estuvo el premio al trabajo de un equipo que vuelve a soñar que sí se puede.

David González

David González

Vinculado a SER Gijón desde 1998. Director de SER Deportivos Gijón y voz de los partidos del Sporting...

 
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