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Mindfulness o practicar la atención plena

¿Qué es el Mindfulness? ¿Cuáles son sus beneficios y cómo podemos empezar a practicarlo?

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Valencia

 El Mindfulness o Atención Plena (es la traducción que le hemos dado en español) tiene sus orígenes en una práctica milenaria que se remonta 2.500 años atrás en el budismo. Lo que la trae a la actualidad y que ha favorecido su práctica y difusión, es su utilidad para la reducción del estrés, la ansiedad o la depresión, así como para la mejora del bienestar personal.

 El Mindfulness o Atención Plena, consiste en poner el foco en el presente de una forma activa, tomar conciencia del aquí y ahora, y desarrollar la capacidad que tenemos para estar en lo que está sucediendo en un determinado momento, sin pretender controlar, sin juzgar, sin pensamientos críticos e ideas preconcebidas y dejando a un lado pasado y futuro. Se trata de permanecer en una situación observando y sintiendo lo que sucede, sin más pretensión, lo cuál permite que las cosas sucedan sintiéndolas hasta el final.

 Tiene múltiples beneficios, y su práctica merece la pena puesto que:

- Es un estado que nos va a ayudar a sentirnos relajados y en paz.

- Va a ayudarnos a conectar con nosotros mismos y con lo que nos sucede en cada momento (la emoción que tenemos, el pensamiento que nos acompaña), lo cual nos ayuda a conocernos y aceptarnos.

- Nos va a permitir identificar las cosas que juzgamos, con lo que consecuentemente podremos desarrollar nuestra capacidad para relativizar o desdramatizar.

- También va a permitir que seamos capaces de ver nuestras reacciones Desde fuera, lo cual nos dará mayor claridad y perspectiva de las cosas.

- Nos va a ayudar a conectar mejor con los demás y favorecer nuestras relaciones interpersonales, ya que posiblemente aumentará nuestra empatía con su práctica.

- Y, por supuesto, nos va a permitir disfrutar del momento presente.

 Para comenzar su práctica, el primer recurso al que podemos acudir es nuestra propia respiración, la cual nos acompaña y nos conecta corporalmente con el presente; también a través de prácticas formales, que consisten en reservar un tiempo al margen de las actividades diarias para meditar (postura cómoda, ojos entornados o cerrados, silencio y respiración, inicialmente unos pocos minutos para ir posteriormente ampliando el tiempo) o prácticas informales, que trabajan por prestar atención consciente y no evaluativa al momento presente en actividades cotidianas (en una comida, durante un paseo, al lavarse los dientes…). En ambos casos, utilizaremos la respiración como elemento de conexión con el momento presente, para luego dar paso a una atención consciente a los sentidos y a cómo experimentamos la realidad.

 Como recomendaciones para su práctica, la paciencia (quizá no estemos habituados a prestar atención al momento presente y esto exige no tener expectativas inmediatas en cada meditación), la mente de principiante (vivir las experiencias como si fuese la primera vez), no evaluar (atender a los sentidos sin juzgar lo que sucede, dejar el pensamiento automático), no forzar (dejar que las cosas fluyan) y desarrollar la capacidad de aceptar (que cada momento sea como es y darnos el permiso de aceptarnos como somos).

 
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