Ejercicio y cáncer de mama, superación entre zapatillas de running
Ana Lluch, jefa de Hematología y Oncología del Hospital Clínico Universitario de Valencia, admite que “la actividad física en mujeres que han pasado este tipo de tumores puede disminuir el riesgo de tener una recaída”
Valencia
Un ligero sonido, un “bip” y un botón rojo marcan el comienzo de la carrera de Ágata. “Vamos a empezar”, admite. Son las once de la mañana. El cuenta kilómetros de la cinta de correr se enciende. “No pretendo ser una atleta, ni correr la maratón de Nueva York, solo quiero sentirme bien”, reconoce. Después de meses de trabajo de acondicionamiento físico general, acompañada por un profesional del ejercicio, ha conseguido reunir el estado de forma necesario para que sus zapatillas moradas vuelvan a rodar por el tapiz. Le diagnosticaron un cáncer de mama en 2013, lo superó, pero según ella “no se le olvida nunca”. Empieza la carrera, moderada y tranquila. Ágata echa un vistazo a su pulsómetro. “Hacer ejercicio me hace sentir mejor. Cuando estás luchando contra una enfermedad así no tiene precio. No hace falta levantar mucho peso o hacer barbaridades en el gimnasio. Tienes que moverte de acuerdo a tus capacidades. Mi cuerpo está más oxigenado, flexible y de paso, he bajado de peso”.
El cáncer de mama es el tumor más frecuente en las mujeres occidentales. En España, según datos de la AECC (Asociación Española contra en Cáncer), se diagnostican alrededor de 25.000 nuevos cánceres de mama al año. “El ejercicio no disminuye directamente la incidencia de este tumor, pero sí indirectamente ayuda a rebajar los factores que influyen, como el sobrepeso. La actividad física es buena antes de padecer este tipo de cáncer, pero mucho mejor cuando a una persona se le diagnostica”, señala Ana Lluch, jefa de Hematología y Oncología del Hospital Clínico Universitario de Valencia.
En los 90 (Nail y Winningham, 1995) vieron que el excesivo descanso para los pacientes con cáncer provocaba un aumento en la fatiga, un mayor deterioro fisiológico, pérdida de capacidad aeróbica y fuerza muscular . “Se ha comprobado que cuando se tiene un cáncer de mama el ejercicio es fundamental. A mis pacientes les recomiendo que lo hagan, que adquieran ese hábito si no lo habían hecho antes, ya que va a ayudarles a sobrellevar mejor todos los procesos de la enfermedad. Disminuyen mucho los efectos secundarios de la quimioterapia. Durante este tratamiento, mucha gente piensa que lo mejor es que la paciente descanse, y no es así. Tiene que hacer ejercicio físico, porque cuanto más se mueva todo va muchísimo mejor. Los tratamientos que tenemos hoy en día se pueden compaginar con ejercicio físico moderado (andar, nadar, pasear en bicicleta…), no intenso. Nos ayuda fisiológica y psicológicamente. Las personas activas toleran mejor los tratamientos que las sedentarias”, admite la doctora Lluch.
El linfedema
Ágata corre y habla, cuenta que acude a revisiones periódicas en el Instituto Valenciano de Oncología (IVO), donde controlan su estado de salud y el linfedema de su brazo izquierdo. “El ejercicio me ha ayudado a reducirlo, así como a disminuir las molestias en las articulaciones”, admite. Las mujeres con muchos ganglios linfáticos extirpados, y aquellas que han recibido radioterapia contra el cáncer de mama tienen mayor riesgo de padecerlo. Diferentes estudios como Effect of upper extremity exercise on secondary lymphedema in breast cancer patients: a pilot study. Journal of Clinical Oncology o Weight lifting in women with breast-cancer-related lymphedema muestran como el ejercicio produciría mejoras en la circulación linfática. “Una buena noticia que tenemos que dar a nuestras pacientes con cáncer de mama es que el linfedema se ha reducido de manera muy significativa. Hoy menos del 20 por ciento de las mujeres van a padecerlo - hinchazón del brazo después de una cirugía o radioterapia- consecuencia de los tratamientos, no de la enfermedad. A día de hoy el 80 por ciento de los cánceres de mama se diagnostican en etapas muy iniciales, ya no precisan hacer una linfadenectomía (limpieza de los ganglios de la axila), ni radioterapia. El ejercicio para el linfedema es bueno. Siempre que sea moderado, armónico y no excesivo. No se puede trabajar con grandes pesos, ni generar fuertes tensiones, pero el resto de ejercicios se deben hacer: subir una escalera con el brazo, el gesto de limpiar cristales, una rueda de reloj… Hay que mover el linfedema y perderle el miedo”, señala la oncóloga Ana Lluch.
Estudios como The Effects of Physical Activity on Breast Cancer Survivors after Diagnosis demuestran que las personas que ya han padecido cáncer de mama que hacen la actividad física reducirían significativamente el riesgo de mortalidad por este tumor y mejorarían sus funciones fisiológicas e inmunológicas. Algunos estudios demostraron cambios en los biomarcadores metabólicos tales como la insulina y los factores de crecimiento similares a la insulina. Ana Lluch, desde el Hospital Clínico, es conocedora de las investigaciones y comenta que “desde hace dos años, tenemos estudios recientes que muestran que el ejercicio físico en mujeres que han pasado un cáncer de mama puede disminuir el riesgo de tener una recaída. Algunos se llevaron a cabo con más de 10.000 pacientes, en ellos había un grupo que hacía actividad física y otro que no. Las que practicaron ejercicio tuvieron menos recaídas”.
Cuestión de hormonas
El tratamiento hormonal (inhibidores de aromatasa, entre otros) es frecuente en las pacientes con cáncer de mama. Las molestias articulares y musculares son algunos de sus efectos secundarios. “Hay que estar atentos a las alteraciones que nos pueden provocar en el hueso. Pueden producir dolores articulares en los primeros meses o alteraciones de la densidad mineral ósea. Por ello, la actividad física es importante, ya que hace que se mantenga la masa ósea, de lo contrario disminuye. Nosotros recomendamos actividad física a las pacientes”, subraya la oncóloga. La información sobre actividad física y cáncer de mama se puede encontrar en: www.geicam.com y www.ceom.org (Sociedad Española de Oncología Médica). "Las pacientes deben ponerse metas y objetivos pequeños, una persona que no esté acostumbrada no debe ponerse grandes retos. Gastamos tanto dinero en fármacos…”, reflexiona la doctora Lluch antes de proseguir su consulta. Mientras, en otra parte de la ciudad, Ágata sigue rodando en la cinta con sus zapatillas moradas. “Correr me ha hecho ver cómo voy evolucionando. Cada día que pasa me supero, veo que aguanto un poquito más”, comenta.