“Mordidas”
Firma Luis Alberto del Castillo 'Mordidas'
02:50
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Algeciras
Una vida dilatada te lleva a visitar y, en ocasiones, a trabajar en edificios públicos e institucionales tales como estaciones de autobuses o ferrocarriles, diputaciones, delegaciones de Hacienda, universidades, ayuntamientos, así hasta un largo etcétera.
Las corrupciones y corruptelas que nuestro país ha padecido durante años en materias constructivas, mediante “mordidas”, donaciones o sobornos para obtener concesiones o adjudicaciones de obras públicas en diversos concursos o licitaciones administrativas, a tenor de las variopintas operaciones policiales y judiciales, dan para escribir un catálogo amplio de desafueros, que dejan pequeñas a obras cumbres de nuestra Literatura como fueran Rinconete y Cortadillo o Los intereses creados.
Sin embargo, además de las noticias diarias de latrocinios de corbata y cuello duro como cantara Víctor Manuel, en la actualidad ha existido hasta un líder sindical minero, que después de atacar duramente a los corruptos ha resultado, que él también ha mangado un millón trescientos mil euros. Pero además todas estas historias para no dormir acarrean un par de secuelas muy desagradables y visibles al discurrir el tiempo.
La primera de ellas, es que ninguno de los condenados por estas causas al parecer, es opinión generalizada entre la ciudadanía, ha devuelto un euro de los capitales trincados o estafados. La segunda consecuencia de carácter económico, hasta cierto punto esperable, consiste en que el constructor, que en puridad legítima desea obtener una ganancia, procure abaratar los costes de la obra para resarcirse en parte o en el todo del dinero desembolsado en el soborno. Recortes que en la mayoría de los casos son muy difíciles de apreciar en las recepciones.
El correlato sociopolítico de las “mordidas” y sus secuelas son la creciente indignación y desconfianza de la sociedad hacia las instituciones y los denominados “políticos profesionales”, que han hecho del deber de servicio a la ciudadanía un medio de vida propia. Es cierto que las generalizaciones son peligrosas, pero frases como "todos son iguales” y “están en la política para ponerse las botas”, desgraciadamente, están calando en profundidad entre la ciudadanía de a pie. Si estas sensaciones se unen a las provocadas por los recortes efectuados al estado del bienestar, es comprensible el estado de estupor y enfado generalizado en amplios sectores de nuestra sociedad.