Sant Antoni derrota a Sant Sebastià
Las fiestas palmesanas son tan artificiales como su capitalidad, el culto a la tradición antoniana se mantiene en los pueblos mallorquines. Palma se empeñó desde hace décadas en imponerse por el presupuesto de su festejo con Pegamoides y Trogloditas.

'La línea roja' de Matías Vallés (19/01/16)
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Palma de Mallorca
Enero es en Mallorca el mes de Todos los Santos. Se concentran las festividades de Sant Antoni y Sant Sebastià en estas fechas impropias, porque el resto del año hay que consagrarlo a venderle cerveza a los turistas alemanes.
Y año tras año se confirma que Sant Antoni derrota consistentemente a Sant Sebastià. Las fiestas palmesanas son tan artificiales como su capitalidad, el culto a la tradición antoniana se mantiene en los pueblos mallorquines. Palma se empeñó desde hace décadas en imponerse por el presupuesto de su festejo con Pegamoides y Trogloditas. Cuando llegó la austeridad obligatoria, hasta la revetla se vació de contenido.
Ni siquiera la cansina polémica sobre la asistencia de concejales a la misa en la Catedral rescata a Sant Sebastià de su atonía. Sin embargo, en medio de la gelidez florecen indicios para el análisis político. Basta repasar el ambiente fúnebre imperante un año atrás en el fogueró del PP, para adivinar los desastres que se avecinaban.
La fiesta elemental de Sant Antoni desborda a la elaboración de San Sebastià, un santo de diseño hasta en la iconografía de su martirio asaeteado. Ya es tarde para cambiar de patrón palmesano, pero Sant Antoni acierta hasta en la proximidad a los animales, el signo de los tiempos. En Mallorca, la vida está en otra parte. En la Part Forana.