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Barcelona despide con emoción y dolor a las 150 víctimas de Germanwings

La Sagrada Familia de Barcelona ha acogido esta tarde la ceremonia de homenaje a las víctimas de la tragedia

Varias de las autoridades asistentes al funeral de las víctimas de Germanwings, celebrado en la Sagrada Familia. / Garrido, Rafa (ACN)

Varias de las autoridades asistentes al funeral de las víctimas de Germanwings, celebrado en la Sagrada Familia.

Barcelona

Protagonista indirecta de la catástrofe aérea de Germanwings, al ser la ciudad desde la que despegó el Airbus 320 que se estrelló en los Alpes franceses, Barcelona ha sido el escenario de la emotiva misa-funeral en España para despedir a los fallecidos en aquella tragedia del pasado 24 de marzo.

El colorido esplendor modernista de la basílica de la Sagrada Familia, icono mundial de la capital catalana, ha contrastado con la lluvia que ha teñido de gris la tarde, así como con el riguroso negro entre la mayoría de los 1.500 asistentes, entre familiares y amigos de las víctimas, dirigentes políticos y representantes de diferentes instituciones, cuerpos de seguridad y equipos de emergencia que trabajaron en la zona del accidente de avión.

Una ceremonia realizada principalmente en catalán y castellano, pero también con fragmentos en alemán, francés, italiano, inglés y griego, pero cuyo verdadero protagonista ha sido el silencio de las 150 velas que se amontonaban sobre los peldaños que llevan al altar.

Una por cada víctima, incluido el copiloto Andreas Lubitz, que presuntamente estrelló de modo intencionado el avión. Y portadas una a una, a lo largo del pasillo central, por 150 alumnos del Instituto de Educación Secundaria Giola de Llinars del Vallès, otro lugar tocado involuntariamente por la tragedia, pues en ese municipio estuvieron un grupo de estudiantes alemanes de Haltern am See que murieron cuando regresaban a sus casas tras un intercambio escolar.

En una larga hilera, los adolescentes han portado lentamente las velas hasta la escalera, para después permanecer durante toda la tarde alrededor del altar, en un recorrido acompañado del cántico "la Tierra alabe al Señor", en varios idiomas, para iniciar el acto.

Pero, sin duda, el momento de mayor emotividad ha sido cuando, al final de la ceremonia, los reyes, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, el de la Generalitat, Artur Mas, sus respectivas esposas y los representantes religiosos han saludado uno por uno durante más de una hora a los centenares de familiares.

Instantes en los que se ha arrinconado cualquier protocolo y en los que, ante las lágrimas de dolor de muchos familiares y amigos, los reyes, Rajoy y Mas han intentado consolarles con sentidos abrazos o palabras.

Otro saludo, en este caso algo más distante, lo habían protagonizado antes del acto los presidentes del Gobierno y de la Generalitat a su llegada a la puerta de la basílica, donde junto a sus esposas, Elvira Fernández y Helena Rakosnik, han conversado durante cerca de diez minutos, mientras aguardaban a los Reyes.

Junto a ellos, el alcalde Xavier Trias trataba de romper el hielo llevando el hilo de una conversación que, por los gestos, parecía versar más bien sobre las obras de la inacabada Sagrada Familia y la lluvia. Rajoy y Mas intercambiaban palabras, pero apenas miradas. Más frío aún había sido el apretón de manos minutos antes entre Trias y el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz.

Unos calurosos aplausos de los centenares de curiosos que se situaban cerca de la basílica, entre fuertes medidas de seguridad, han dado la bienvenida a los reyes a su llegada. El Rey Felipe los ha saludado desde la distancia, justo antes de que Mas se acercara unos segundos y le susurrara algo al oído.

Pese a asistir al acto de esta tarde, los reyes Felipe y Leticia no lo presidían, algo que ha recaído en el cardenal arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, un matiz que ha provocado que no se tratara de un funeral de Estado, sino una ceremonia religiosa.

Precisamente, la polémica ha precedido al acto porque Gobierno, Generalitat y algunas entidades cristianas abogaban por un formato interreligioso, pero Martínez Sistach ha impuesto una misa estrictamente católica, aunque ha concedido que al final del acto tomaran la palabra un representante de la iglesia protestante, un judío y un musulmán.

"Nuestra celebración religiosa con representantes de diversas confesiones religiosas quiere expresar nuestro afecto a las víctimas y sus familiares", ha dicho en su homilía el cardenal arzobispo a los 600 familiares, cincuenta de ellos alemanes. "Llevamos en nuestro corazón el dolor por la muerte de estos queridos hermanos".

Una tristeza evidenciada en las lágrimas de los familiares y en esas ciento cincuenta velas que han permanecido encendidas hasta el final del acto, en silencio. Porque, como recordaba en su discurso, el representante de la comunidad judía, "no existen palabras en el diccionario para definir qué es el dolor".

 
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