San Petersburgo abre un museo en Málaga con cinco siglos de arte ruso

Málaga

El popular (y populoso) barrio de Huelin de Málaga se convierte a partir de ahora en una ventana al arte pero también a la vida en Rusia durante cerca de cinco siglos. La primera delegación en Europa del museo Ruso de San Petersburgo, creado por el zar Nicolás II en 1895, ha abierto sus puertas en el edificio de la antigua Tabacalera, radicado en esa barriada. Un centenar de obras en las que la pinacoteca propone un viaje por el arte ruso desde los iconos religiosos del siglo XVI hasta el realismo soviético pasando por las afamadas vanguardias, con obras de los prestigiosos Chagall, Malevitch, Kandisky o Rodcheko.

El recorrido comienza en la sala de Los Iconos, la primera que se encuentra el visitante, con las obras más antiguas, algunas datan del siglo XVI. Un espacio en el que destaca, sobre las paredes en rojo, el dorado de las imágenes religiosas del Pantocrátor y las vírgenes. “En estas siete obras se puede ver la variedad y las particularidades de los iconos rusos”, explica Eugenya Petrova, la vicedirectora del Museo.

El Romanticismo ruso, más melancólico si cabe que el Europeo, se muestra a continuación con retratos como el de la emperatriz Catalina II (1782), ataviada con ricos ropajes, del autor Dmitri Levistki o paisajes de San Peterburgo con el desarrollo de la vida cotidiana. Imágenes costumbristas que vuelven en sucesivas obras, como en Incendio en una aldea (1870), obra de Nikolái Dmítriev-Orenburgski, que acerca al espectador a la vida en un pueblo ruso.

También son habituales las escenas de los zares; es el caso de la boda del último zar ruso (La boda de Nicolás II y la gran duquesa. 1894), una obra de Alejandra Fiódorovna o el de un ‘dulce’ Iván el Terrible que contempla con devoción a su joven esposa dormida a la que obligó a tomar los hábitos (El zar Iván el Terrible contempla la belleza de Vasilia Lenetiéva. 1875) de Grigori Sedov.

El visitante se topa a continuación con una de las salas más esperadas: la de las Vanguardias, en la que es posible contemplar la obra de Kandisky (Composición con borde blanco. 1913), Ródchenko (Estructura. 1917) o las conocidas Un niño (Vanka) y Cabeza pintados por el afamado Malevitch entre 1928 y 1929. También es posible encontrar al Chagall más onírico y reflexivo con su obra Espejo (1915), donde se funden la fantasía y lo cotidiano con la imagen de una minúscula mujer durmiente junto a un enorme cuadro en tonos morados con una columna de Alejandro.

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Y no podía faltar el Realismo socialista, recogido en una pequeña sala que refleja su oda a la industrialización. “Se trata de un periodo posterior al año 1932, cuando el resto de temas estaban prohibidos en la Unión Soviética y nadie podía enseñar sus obras, ni Kadisky ni Malevich, el tema más importante era el industrial”, relata Petrova. A continuación, el museo también recoge pinceladas del Periodo del deshielo, tras la muerte de Stalin.

Al centenar de obras que se encuentran en este recorrido y que forman parte de la exposición que estará en el Museo Ruso por un año, se suman dentro de la muestra temporal otras 69 obras del intelectual y empresario musical, gran amigo de Picaso, Diaghilev, el creador de los ballets rusos. Hasta el mes de septiembre podrá contemplarse esta exposición. La segunda muestra temporal se dedicará a Pável Filónov, un excéntrico artista de vanguardia muy apreciado por sus coétaneos pero aún muy desconocido y del que el museo, como adelanto, ya expone dentro de los artistas de vanguardia Dos cabezas (1925): “Hasta finales de los años 80, debido a que la Unión Soviética estaba cerrada, no pudimos enseñar a este autor, que murió de hambre en Leningrado”, relata la vicedirectora de la pinacoteca, “sólo ahora empieza a ser famoso y, tienen que creerme, en todas las exposiciones que hacemos los espectadores se enamoran de este autor”.

Durante diez años durará el convenio entre el ayuntamiento y el museo de San Petersburgo para dotar de contenido a la pinacoteca.