La València olvidada: Los Carnavales de antaño
Con Paco Pérez Puche recordamos cómo se ha celebrado históricamente el Carnaval en València
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La València Olvidada: los carnavales de antaño (por Paco Pérez Puche)
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València
Nos encontramos en el primer tramo del paseo de la Alameda, muy cerca de la Fuente de las Cuatro Estaciones. El paisaje no puede ser más entrañable: a un lado, los Viveros, el viejo jardín de la ciudad. Al otro, la Pagoda y el Colegio de las Esclavas, con su torre característica. Y como refugio, por si hiciera falta, el Kiosco La Pérgola, con su aroma de bocadillos y su ajetreo de cervezas.
Pero después del quiosco nos dirigimos hacia el Museo Nacional de Cerámica, puesto que allí, entre cerámicas, podemos encontrar un precioso cuadro, un gran retablo panorámico, donde Ignacio Pinazo pintó este mismo paseo de la Alameda, con su fuente, con las torres gemelas de los jardineros, pero lleno en este caso de coches de caballos y de gente disfrazada, gente feliz que se divierte, una muchedumbre de la que sobresalen, en primer plano, dos tipos con máscaras que intentan asustar a unas muchachas. Eso es el Carnaval, en este caso el Carnaval de la ciudad de València, cuando estaba en su esplendor, a finales del siglo XIX.
El Carnaval se celebraba en la ciudad entera. En los buenos tiempos, el sábado y el domingo de Carnaval eran escenario de una fiesta muy importante, y el lunes y el martes, casi más todavía. Pero lo que ocurría es que la Alameda era el sitio ideal para pasear con los carruajes, con los coches de caballos; era un espacio social para verse y lucir el palmito. Y los desfiles de figuras, de comparsas y de carrozas se celebraban aquí, donde el jurado levantaba su tribuna, para ver el paso de los concursantes y deliberar los premios.
El Miércoles de Ceniza, la Iglesia proclamaba la llegada de la Cuaresma; llega el tiempo de ayuno y abstinencia, un tiempo penitencial… Pero antes está el Martes Lardero, el de la grasa, vamos. El de comer embutido y tocino. Unos días que llamaremos de desenfreno en los que hay que pasarlo bien, con el añadido de la careta y el disfraz. Soy otro, me oculto, me transformo y puedo caer en la trasgresión. Es el momento de travestirse. Que no consiste solo en cambiar de sexo en apariencia, sino de disfrazarse… de lo que sea: de emperador romano, de Nerón, de Napoleón… o de monja o princesa... etcétera. Y es esa variedad, esa creatividad, el ingenio en las bromas, lo que el ayuntamiento premiaba. Porque el Ayuntamiento, que cobra a todos menos a los que van en patinete y bicicleta, cobraba por el derecho a salir a la calle disfrazado…
Nada como el Carnaval de Venecia, y más ahora, con el turismo de masas, pero en València hubo mucha gente participando en las fiestas. No se puede comparar con las Fallas actuales, pero hemos de pensar al menos con cuatro o cinco mil valencianos disfrazados. Y, sobre todo, niños, cientos de niños. La historia del Carnaval valenciano, vista a través de la prensa, viene a ser una sucesión de reseñas en las que se dice que este año ha sido más flojo que el anterior, que el Carnaval ha muerto… pero todos los años rebrotaba la afición y la fiesta se recuperaba, con cientos de aficionados. Y eso vino a suceder, me atrevo a decir que hasta que las Fallas tomaron el relevo y se empezaron a hacer potentes, en los años treinta. Las Fallas, como fiesta popular, de calle, son las que mitigaron la participación del Carnaval. Entre otras razones porque son fiestas muy cercanas en el calendario. Y de alguna manera, la falla terminó por ganar la partida.
Había entidades organizadoras para canalizar la fiesta. Vamos a fijarnos en la de hace 100 años, la de 1925, un Carnaval que todavía fue bastante potente y muy animado, a pesar de que coincidió con días fríos y de fuerte viento. Pues el primer organizador, siguiendo una larga costumbre, fue la Asociación de la Prensa, que organizó tres grandes fiestas, en el teatro Principal, los días 22, 23 y 24 de febrero, de 5 a 8 de la tarde. La especialidad de estas veladas era la de los disfraces infantiles: cientos de familias sacaban entradas y llevaban a los pequeños, vestidos de pierrot y de hada, de soldado o de odalisca. Un jurado daba premios, docenas de regalos y premios, aunque el mayor regalo – para todos-- estaba en que los periódicos publicaban los nombres de las nenas y los nenes… Porque las ventas de diarios, al día siguiente, se doblaban…
En cuanto a los mayores, nos preguntamos, ¿qué fiestas tuvieron en 1925?
Para conocer mejor la fiesta de hace un siglo hay que leer el largo bando del Ayuntamiento, donde se fijó una tarifa de dos pesetas a quien saliera a la calle disfrazado, si era hombre, porque las chicas podían disfrazarse gratis. Los hombres, ese año, no podían vestirse de mujer, pero sí podían ir con pañales, vestidos de bebé… si pagaban 25 pesetas. Los carruajes, por otra parte, pagaban 6 pesetas por el derecho a desfilar por la Alameda, en un cortejo que arrancaba de la plaza de Castelar y atravesaba la ciudad hasta los puentes del Mar o de la Trinidad porque el puente del Real se dejaba para peatones.
En 1925 hubo tres días de desfiles de comparsas y carrozas, aquí, en la Alameda. Tres días, animados, sobre todo, por la actividad del Círculo de Bellas Artes, que era el que aportaba más creatividad a través de sus socios, que eran pintores, escultores, decoradores y escenógrafos de teatro…
La mayor parte de las entidades organizaban bailes. El Ateneo Mercantil, por ejemplo, organizó en 1925 siete bailes de sociedad a los que se podía acudir con disfraz o sin él. Pero los bailes hicieron aumentar su número de socios en 600 esa temporada. Esas fiestas se celebraron entre las once de la noche y las tres de la madrugada, y, para captar público, se avisó en los periódicos que el salón estaría perfumado, que habría regalos para los mejores disfraces y que ese año se suspendía el confeti, “por razones de higiene”. Pero toda la ciudad estaba en fiesta: mientras los teatros hacían programaciones especiales, las sociedades recreativas organizaban bailes. Desde el elegante Casino de la Agricultura, que empleó los salones del Palace Hotel, al popular Centro Aragonés, que llenó por completo el Gran teatro, que es lo que luego llamaron el cine Rex.
En fin, Carnaval. Que en 2025 se está acercando, va a ser este próximo fin de semana. Pero que nos pilla, en València, a la puertas de la Fallas, en busca de balcones para ver la mascletá…
Texto: Paco Pérez Puche
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Quique Lencina
Filólogo de formación y locutor de profesión, actualmente forma parte del equipo digital de Radio Valencia...