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La València Olvidada: El pardal de Sant Joan del Mercat (por César Guardeño)

“¡Mia, chiquio, qué pájaro...! ¡Cómo se menea...!" ¿De qué pensáis que estamos hablando?

La València Olvidada: El Pardal de Sant Joan del Mercat

La València Olvidada: El Pardal de Sant Joan del Mercat

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València

Hoy visitamos, nuevamente, la plaça del Mercat para hablar de una de estas tradiciones y leyendas que están muy arraigadas al propio mercado que, históricamente, se celebrara en esta misma plaza y en las calles del entorno. Una historia muy popular que, además, está directamente vinculada a la iglesia de los Santos Juanes, conocida también como la parroquia de Sant Joan del Mercat o de los “Pillos”.

Os voy a dar dos pequeñas pistas. Tenéis que mirar hacia arriba y prestar atención a lo siguiente que os voy a decir: ¡Mia, chiquio, qué pájaro...! ¡Cómo se menea...! ¿De qué pensáis que estamos hablando?

Pues estamos hablando del 'Pardal de Sant Joan', una tradición que aparece en la novela de Arroz y tartana, escrita por Vicente Blasco Ibáñez en 1894. Una novela que recoge también aquella copla popular que dice Arròs y tartana, Casaca a la moda i rode la bola a la valenciana, en alusión al tren de vida que llevaba Doña Manuela, la protagonista del libro.

Es una de estas historias, como la del Dragón del Patriarca, que popularizó Vicente Blasco Ibáñez en sus novelas y que plasma una dura realidad de lo que pasaba en esta plaza los días de Mercado.

Lo primero de todo, hay que decir que el famoso Pardal de Sant Joan es la veleta de la iglesia de los Santos Juanes y representa el águila del apocalipsis, sosteniendo el tintero, en el cual podemos ver una pluma, con su pico. Una veleta que, por cierto, dialoga con la Cotorra del Mercat y con algunas de las gárgolas de la Llotja de la Seda. Y si comparamos el Pardal con la Cotorra, el primero representaría la parte divina y espiritual y el segundo, la humana y mundana.

Esta veleta del Pardal es de finales del siglo XVII y es obra de Antonio Almela y Gregorio Ucell. Se colocó en lo alto de la iglesia, cuando se hizo la fachada barroca que recae a la plaça del Mercat, y está hecha de metal, probablemente bronce dorado, al igual que la esfera sobre la que se posa. De hecho, después de la reciente restauración de esta parte de la iglesia, se puede apreciar que el Pardal ya no luce ese color oscuro tan característico y ahora se nos muestra con el brillo que luciría originalmente.

Respecto a la tradición, se cuenta que se hacía mirar a los niños a la veleta para distraerlos y así, mientras tanto, sus humildes padres los abandonaban en la plaza. Y precisamente uno de los protagonistas de la novela Arroz y Tartana, don Eugenio García, que era el fundador de la tienda de Las Tres Rosas, figuraba en primera línea de estos niños abandonados usando esta treta.

La historia está contada de muchas maneras diferentes y hay varias versiones. Por eso, cuando he dado una de las pistas, he citado literalmente aquello de ¡Mia, chiquio, qué pájaro...! ¡Cómo se menea...!, porque es tal y como aparece en la novela de Blasco Ibáñez.

Otra versión muy popular, que es la que se suele explicar a los turistas, es la que cuenta que el padre hacía que el niño se quedara mirando al Pardal, con la excusa de que lo que llevaba en el pico una bola de oro macizo, en lugar de un tintero con su pluma. El objetivo era que se quedara mirando fijamente, sin moverse de allí, a la espera de que el pájaro abriera el pico y dejara caer el preciado tesoro. Quien se hiciera con esta bola de oro podría quedarse con ella, sería muy rico y no pasaría nunca más hambre.

Blasco Ibáñez nos dice en su novela: “Y cuando el cerril retoño estaba más encantado en la contemplación de una maravilla nunca vista en el lugar, el autor de sus días se escurría entre el gentío, y al volver el muchacho en sí, ya el padre salía montado en el macho por la Puerta de Serranos, con la conciencia satisfecha de haber puesto al chico en el camino de la fortuna. El muchacho berreaba y corría de un lado a otro llamando a su padre. «¡Otro a quien han engañado!», decían los dependientes desde sus mostradores, adivinando lo ocurrido…

La tradición nos cuenta que estos padres venían de la zona de la Serranía, de Aragón, e incluso de Castilla. Zonas rurales y muy pobres, castigadas por el hambre y la miseria, en las que había familias muy numerosas que tenían pocas posibilidades de sacar adelante a sus hijos. Por ese motivo, bajaban a Valencia en día de mercado, buscando colocar al muchacho de criadico o de aprendiz en alguna de las tiendas y negocios del entorno del mercado.

Si tenían suerte y el muchacho encontraba acomodo en alguna de las tiendas, el padre se despedía de él con un par de besos y cuatro lagrimones, y en seguida iba por el macho para volver a casa, prometiendo escribir pasados unos meses. Pero si en todas las tiendas recibían una negativa y era desechada la oferta del criadico, entonces se llevaba a cabo el cruel e inhumano engaño, dejando abandonado al niño en una plaza llena de bullicio y de gente.

De nuevo, Blasco Ibáñez hace un relato detallado de esta historia y dice: “Al llegar el invierno, aparecía siempre en la plaza algún aragonés viejo llevando a la zaga un muchacho, como bestezuela asustada. Le habían arrancado a la monótona ocupación de cuidar las reses en el monte, y le conducían a Valencia para «hacer suerte», o, más bien, por librar a la familia de una boca insaciable, nunca ahíta de patatas y pan duro".

El flaco macho que los había conducido quedaba en la posada de Las Tres Coronas, esperando tomar la vuelta a las áridas montañas de Teruel; y el padre y el hijo, con traje de pana deslustrado en costuras y rodilleras y el pañuelo anudado a las sienes como una estrecha cinta, iban por las tiendas, de puerta en puerta, vergonzosos y encogidos, como si pidiesen limosna preguntando si necesitaban un criadico”.

La tradición nos cuenta también que nunca faltaba un comerciante generoso que, por ser de la misma tierra que el niño abandonado y recordando los principios de su carrera (en alusión a don Eugenio García, el fundador de la tienda de Las Tres Rosas en la novela Arroz y Tartana) tomaba bajo su protección al abandonado y lo metía en su casa, aunque no le faltase criadico, dándole una oportunidad en la vida.

Esta tradición o leyenda valenciana, también nos cuenta que algunos de estos niños abandonados por sus padres y recogidos por los comerciantes y vendedores del entorno del mercado, llegaron a convertirse en médicos o abogados.

Y si queréis ver en pantalla cómo era esta tradición, os recomiendo una serie del año 2003, dirigida por José Antonio Escrivá, que se hizo para RTVE y que está basada en la novela de Blasco Ibáñez, Arroz y tartana. Sus dos protagonistas principales son Carmen Maura y Pepe Sancho. Y como no, que los oyentes lean la novela Arroz y Tartana, que es una auténtica joyita y describe perfectamente la vida del mercado y de la sociedad valenciana de finales del siglo XIX, incluyendo la historia del Pardal de Sant Joan.

Texto: César Guardeño

Detalle de la representación del águila en la iglesia de los Santos Juanes de València

Detalle de la representación del águila en la iglesia de los Santos Juanes de València / Cadena SER

Detalle de la representación del águila en la iglesia de los Santos Juanes de València

Detalle de la representación del águila en la iglesia de los Santos Juanes de València / Cadena SER

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Quique Lencina

Quique Lencina

Filólogo de formación y locutor de profesión, actualmente forma parte del equipo digital de Radio Valencia...

 
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