Para echarse a temblar
Javier Llopis, periodista
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La Columna Javier Llopis (23/01/2025) "Para echarse a temblar"
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Alcoy
Teníamos un problema en Valencia y no se nos ha ocurrido mejor solución que trasladarlo a Muro, para que los vecinos de la localidad de El Comtat se coman el marrón. Con esta frase se podría resumir la estrambótica historia de los 800 coches destrozados por la dana, que fueron llevados a un desguace murero y que tras las denuncias de los ecologistas tendrán que ir a una ubicación alternativa, según ordenaba la Conselleria de Medio Ambiente mientras los dueños de la empresa aseguraban que tenían toda la documentación en regla y negaban cualquier traslado.
Estamos ante un perfecto ejemplo de la delirante gestión que la actual Generalitat Valenciana está desarrollando en torno a los trágicos sucesos del pasado 29 de octubre. Si en un primer momento metieron la pata hasta el fondo manejando la declaración de emergencia; ahora, están haciendo una patética demostración de incompetencia con el proceso de reconstrucción.
Los 800 coches destrozados generaban un altísimo peligro de contaminación junto a las localidades que habían sufrido la riada. Era urgente su traslado y las autoridades autonómicas pensaron que el sitio más adecuado era un campo situado a 20 metros de un río, en medio de dos paisajes protegidos y a doscientos metros del casco urbano de Muro. Básicamente, se optaba por coger una situación de riesgo y trasladarla unos cien kilómetros, con la esperanza de que el truco pasara desapercibido, mientras se hacían rogativas al cielo para que un proceso de lluvias intensas o un incendio no generaran un desastre ecológico.
Queda claro que el Consell ha actuado a salto de mata, improvisando sobre la marcha y con una irresponsabilidad que ya es marca de la casa. Sólo las rotundas denuncias de los ecologistas le han obligado a corregir su error y han evitado que esta situación anómala y peligrosa se haya consolidado como algo perfectamente normal.
Viendo historias como ésta, resulta inevitable echarse a temblar al pensar cómo se estarán gestionando los asuntos de la reconstrucción en las zonas arrasadas por la dana.