La odisea de Rafael Galvañ, de 99 años, para acceder al ascensor de su edificio

Alicante

La historia de Rafael Galvañ es un ejemplo de lo poco que cuidamos a nuestras personas mayores y, quizás, de la falta de empatía que muchas veces tenemos hacia ellas. Rafael, vecino de Sant Joan d'Alacant (Alicante), de 99 años, vive una odisea cada vez que tiene que salir de su casa o regresar a ella. Debido a su avanzada edad y a un ictus que sufrió hace 13 años, tiene dificultades de movilidad y se vale de un andador para poder avanzar.

El problema lo tiene para entrar y salir del portal de su edificio. Entre el ascensor y la puerta hay un tramo de escalera y la comunidad de vecinos no repara, según lamenta, el elevador eléctrico que hace años se instaló para que las personas con movilidad reducida pudieran salvar ese tramo porque "cuesta mucho dinero", lamenta. Ahora confía en llegar a ver y poder usar el ascensor que empezarán a rebajar a la cota cero el próximo mes de julio.

Esperanzas tiene, dice. Lo que le falta es tiempo. En julio cumplirá los 100 años.

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Rafael se trasladó a vivir a Sant Joan desde El Campello con su hija tras quedarse viudo y ante los problemas de salud que arrastra. Su cabeza, nos cuenta, es la de un hombre de 30 años, pero con piernas de un siglo.

Además, solo después de amenazar con denunciar, la comunidad de propietarios se aprobó rebajar el ascensor al nivel de la calle y adecuar el inmueble, construido en 1987, a la actual Ley de Accesibilidad. Pero eso empezará a ser hasta dentro de 8 meses.

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Entiende la situación de cada vecino, pero con pena dice, el tiempo que a él no le queda, va pasando. "Unos por otros y la casa por barrer". Con cierta sorna les recuerda que, si él llega a poder usar ese ascensor, lo disfrutará el que venga detrás...

Salir a la calle le da la vida, destaca quien pasara buena parte de su vida en el mar. Rafel era pescador. El contacto con la gente le hace feliz.

Recuerda que la plataforma eléctrica que salva esos seis escalones dejó de funcionar en 2019. Hace años, por lo tanto, que se pone en peligro cada vez que sube o baja las escaleras del portal solo, cuando ningún familiar o amigo le puede ayudar. Se aferra con sus escasas fuerzas ya a la barandilla, al tiempo que carga, escalón a escalón, con el andador. Otro obstáculo es el escalón que salva la puerta del edificio de la calle, de más de 21 centímetros.

Fotografías y video: Julià G. Soler