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El diluvio de Zúrich acaba con el sueño arcoíoris de Héctor Álvarez

El corredor alfasino sufrió una tremenda ‘pájara’ poco más de 20 kilómetros para meta y se tuvo que conformar con la sexta plaza

Héctor Álvarez, completamente vacío tras cruzar la línea de meta de Zúrich / © RFEC

Benidorm

Bajo un tremendo diluvio y, como correspondía en Zúrich, con puntualidad de relojero suizo; la carrera de fondo en carretera del Campeonato del Mundo de ciclismo en categoría Júnior se puso en marcha a las 14:15 horas con casi todas las miradas puestas en el trío que hace apenas una semana completó el podio del Campeonato de Europa (Felix Ørn-Kristoff, Héctor Álvarez y Paul Seixas) así como en el danés Albert Philipsen, ganador hace un año en Países Bajos y portador, por lo tanto, del dorsal número uno.

Con casi 130 kilómetros por delante, los daneses apostaron, como era previsible, por endurecer la carrera desde la misma pancarta del kilómetro cero para, entre otros objetivos, tratar de desarbolar a España, una de las selecciones más fuertes del Mundial y, sobre todo, que más y mejor ha demostrado saber trabajar en equipo a lo largo de toda la temporada.

En una situación que recordaba tremendamente a aquel dantesco Campeonato del Mundo Elite de 2019 en Yorkshire, donde se impuso el danés Mads Pedersen heredando el maillot arcoíris de Alejandro Valverde, muchos de los llamados ‘outsiders’ de la prueba Júnior en Zúrich iban viéndose descolgados de los puestos de privilegio al sucumbir sus cuerpos a la dureza del terreno y del propio clima.

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Eso hizo que la selección de aspirantes al triunfo se hiciera algo antes de lo que habría sucedido en circunstancias normales. A falta de algo menos de 80 kilómetros un nuevo acelerón en cabeza provocó que lo que quedaba de pelotón saltara por los aires dejando en cabeza un reducido grupo de apenas 15 a 20 unidades en el que España, siempre muy atenta, supo meter a su gran baza, Héctor Álvarez, y a su mejor lugarteniente, Adrià Pericas.

El primero en sacudir el árbol fue el italiano Lorenzo Finn que, con 70 kilómetros de tortura a proa, quiso probarlo en solitario. Por detrás, perdido ya para la causa el noruego Kristoff, haciendo la goma constantemente los neerlandeses, descartados los belgas y dando evidentes signos de ir ‘tostado’ Seixas; se formó el grupo del que, ya era más que evidente, iba a salir el nuevo campeón del mundo.

A Finn le dieron caza pronto, pero el transalpino, lejos de haberse vaciado, pudo aguantar la rueda de sus rivales y recuperar a rueda de un grupito cabecero en el que Héctor Álvarez estaba dando toda la sensación de tener las cosas muy bajo control, llevando el peso de la carrera en muchos momentos y saltando a cerrar huecos cuando era necesario.

Sin embargo, a poco más de 20 kilómetros para el final el gran favorito, el danés Philipsen, se fue al suelo en una curva quedando durante largo rato tendido en el suelo. Eso dejaba solos en cabeza a Finn y a Álvarez, que había sufrido lo indecible en el repecho anterior por seguir a rueda de sus dos rivales.

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Finn, tremendamente generoso, le pedía relevos a Álvarez y este, lejos de lo que es habitual en él (corredor generoso como pocos), se hacía el remolón y negaba con la cabeza. Aquello era una señal de alarma evidente. El de l’Alfàs del Pi atravesaba una terrible crisis que no le permitió ni tan siquiera disimular con algún relevo tonto para cumplir el expediente.

Tan cabreado como sorprendido, Finn atacó sin que el español pudiera hacer nada por responder. Álvarez había entrado en crisis. Completamente ‘apajarado’, sólo quedaba tratar de salvar los muebles y pelear por una medalla.

Primero fue el británico Sebastian Grindley el que le birló la plata y luego, ya dentro de los dos kilómetros finales, también le superaron el neerlandés Senna Remijn (bronce), el alemán Paul Fietzke y el estadounidense Ashlin Barry.

Héctor, roto por dentro y por fuera y sin un solo gramo de fuerza más en el cuerpo, cruzó la meta en sexta posición a 3:44 del vencedor en la que es una de las mejores actuaciones de la historia del ciclismo español en la categoría tras el oro de Miguel Morrás en Quito 1994 (con Eladio Jiménez siendo tercero), las cuartas plazas de Iban Mayo (Forlì 1995) y José Joaquín Rojas (Hamilton 2003) o el quinto puesto de Gaizka Lejarreta en Novo Mesto 1996.

Tras este nuevo top10, en este caso mundialista, Héctor Álvarez pone fin a la etapa Júnior más brillante de un ciclista español en la historia y a una de las mejores temporadas de un ciclista juvenil en todo el pelotón internacional para embarcarse ahora en una nueva aventura, antesala ya del profesionalismo de máximo nivel, en el equipo filial del Lidl-Trek.

 
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