Moros y Cristianos en Benidorm: el Parlamento de Paz de Pere Maria Orts y Bosch en las ondas
Manuel Palazón adapta para radio el texto escrito por el historiador en 1990
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Vicente Simal y Manuel Palazón interpretan el Parlamento de Paz de Pere Maria Orts y Bosch en La Ventana de la Marina Baixa
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Benidorm
El Parlamento de Paz es único en la Comunitat Valenciana y fue redactado en 1990 por el famoso historiador Pere Maria Orts i Bosch, hijo adoptivo de Benidorm para las Fiestas de Moros y Cristianos de la ciudad.
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Este viernes hemos emitido en La Ventana de la Marina Baixa una versión adaptada para radio del dramaturgo local Manuel Palazón en las voces de dos actores de Tossal Teatre: Vicente Simal como Príncipe de Kairuán y el mismo Palazón como Alcaide de Benidorm.
Parlamento de Paz que pueden volver a escuchar en podcast en el inicio de esta misma web y también disfrutar en su versión íntegra el domingo 1 de octubre a las 12 horas en el Castillo que se instala en la plaza del Ayuntamiento.
Guion
ALCAIDE.- ¡Ruego se detenga el Caballero del estandarte verde, el turbante negro y la capa blanca!
PRÍNCIPE. ¿Cómo podéis ser tan osado? ¿Quién sois?
ALCAIDE.- Soy el Alcaide del Castillo de Benidorm, nombrado por el muy alto señor, el Rey del Reino de Valencia. ¿Quién sois vos que, dentro de mi jurisdicción, habéis entrado con gente de guerra?
PRÍNCIPE.- A quien tenéis delante es al Príncipe de Kairuán, siervo del Clemente y Misericordioso, Servidor del Magnífico Rey de Túnez, mi reverenciado Señor.
ALCAIDE.- El estandarte verde que a vuestro lado flamea es señal de que sois descendiente del profeta Mahoma.
PRÍNCIPE.- ¡Tengo por gran honor descender de uno de los pocos hombres que han visto la luz del Sol y de la Luna!
ALCAIDE.- Entonces pertenecéis a la más alta aristocracia del Islam, ¿no es así, señor Príncipe?
PRÍNCIPE.- Señor Alcaide, la palabra aristocracia no tiene sentido entre nosotros, pues todos somos fieles creyentes del Clemente, del Misericordioso, del Oyente y Omnisciente.
ALCAIDE.- Estoy maravillado de poder hablar con vos, señor. ¿Qué es lo que os atrae por estas playas, por estas tierras? ¿En qué puedo serviros? ¿Venís por motivaciones propias o en nombre de otra persona?
PRÍNCIPE. - Como Capitán General del Rey de Túnez, vengo a hacer reclamación del castillo y villa de Benidorm, que a mi señor pertenece por derecho de herencia.
ALCAIDE.- Debe de ser un error. Nosotros estamos aquí por pleno derecho; os lo puedo demostrar fehacientemente, príncipe.
PRÍNCIPE.- No dudo de que lo decís de buena fe; pero es imposible que podáis probar nada. Mi rey tiene Benidorm por herencia de los Benidarhim, de quienes fue el lugar y cuyo nombre es prueba clara y evidente.
ALCAIDE.- Fue de los Benidarhim, no lo niego; pero esa familia se fue, lo abandonó todo y Benidorm se derrumbó y vino a ser lo que en derecho se dice «res nullius», que en...
PRÍNCIPE.- Sé latín, señor Alcaide.
ALCAIDE.- Pues muy bien, ya sabéis entonces que “res nullius fít primi occupantis” quiere decir: “Lo que no es de nadie, pertenece al primero que lo ocupa, que se establece”.
PRÍNCIPE.- Os había advertido, Alcaide, que no tenía necesidad de traducciones del latín.
ALCAIDE.- Vos no, señor, pero algunos de los que escuchan, de los vuestros y de los míos, puede que sí. Disculpadme.
PRÍNCIPE.- ¿Y cómo demostráis que Benidorm llegó a ”res nullius”, fue abandonado y se hundió?
ALCAIDE.- Estas tierras fueron del señorío del almirante Bernat de Sarriá.
PRÍNCIPE. - Es posible que tengáis razón, pero ¿qué tiene que ver Sarriá con nuestro derecho sobre el castillo y villa de Benidorm?
ALCAIDE.- El almirante Bernat de Sarriá, como Señor de Benidorm, nos donó carta de población el ocho de mayo de 1325 ante Juan Cerdá, notario de la ciudad de Valencia. Carta de población que fue ratificada por el Rey Jaime II de gloriosa memoria.
PRÍNCIPE. - ¿Quiere decir eso que Benidorm estaba abandonado, que estaba derruido, que había llegado a «res nullius»? No me fío nada de ese documento que decís.
ALCAIDE.- El documento, escrito en un pergamino de cordero, lo tenemos en la Sala del pueblo. Y empieza así:
“SEPAN TODOS CÓMO NOS, BERNAT DE SARRIA, CONSEJERO DEL SEÑOR REY DE ARAGÓN, OS CONCEDEMOS LICENCIA, A LOS CRISTIANOS SOLAMENTE, PARA HABITAR EN LA VILLA DE BENIDORM. Y MANDAMOS QUE SE CONSTRUYA EN LOS TÉRMINOS DE NUESTRO CASTILLO DE POLOP, SITUADO EN EL REINO DE VALENCIA, EN LA PUNTA DE ALFALIG...”
PRÍNCIPE. - Alcaide, no puedo permitiros que digáis L 'Alfalig a lo que todos dicen Canfali; es inadmisible ese trueque de topónimos.
ALCAIDE.- Señor príncipe, primero fue Alfalíg, con su permiso, y después se dijo Canfalí. Según antiguas referencias que tenemos, los pescadores, cuando se hacía tarde, cuando el sol caía y las sombras llegaban, enfilaban sus barcas hacía el castillo y el pueblo y decían: “Naveguemos hacía Ca'n Alfalig”, que quiere decir “Naveguemos hacia casa de L'Alfalig”. La palabra escrita sería “Canalfalig”, quedando reducida a una lo que eran tres, cosa que se da con frecuencia en la lengua hablada.
PRÍNCIPE.- Sí, pero de Canalfalig a Canfali hay un buen trecho, alcaide.
ALCAIDE.- Canalfalig pronto perdió el artículo «al« y quedó en Canfalig y la «g« no tardó en caer. Hay una tendencia innata a simplificar los términos: el que es complicado, no perdura.
PRÍNCIPE.- ¿Sabéis lo que significa el Alfalig?
ALCAIDE.- Si no estoy mal enterado, “viene a ser el que penetra, el que parte”.
PRÍNCIPE.- Así es. Él divide la bahía en estos dos maravillosos crecientes. Es un espectáculo deslumbrador de la creación. Sea alabado el Clemente y Misericordioso.
ALCAIDE.- Alabado sea. Evidentemente, príncipe, son dos medias lunas sin igual en toda la Mediterránea, y, si el trazado es esmerado, perfecto, la arena y las rocas son de una nobleza como la de los metales preciosos.
Príncipe. -¿Algún otro topónimo árabe en vuestros dominios?
ALCAIDE.- “Armanello”, que significa la Torre vigía o de guardia; Almafrá, campos de siembra de trigo, y el Albir, lugar hondo o el hoyo. Y el agua que bebemos viene de la fuente de la Favara.
PRÍNCIPE.- La Fuente de la Fuente… Tiene encanto la redundancia. Lo que me habéis dicho es bello y, posiblemente, cierto; pero mi señor, el Rey de Túnez, no puede permitir que el hogar que fue de los Benidarhim esté en manos de infieles.
ALCAIDE.- Nada de infieles, señor príncipe. Oíd atentamente: “Creemos en el que nos ha hecho descender. Nuestro Dios y vuestro Dios son uno y nosotros le estamos sometidos”. Sura veintinueve, aleia cuarenta y cinco. Pues si estamos sometidos al mismo Dios, ¿de dónde viene que seamos infieles? ¿Queréis, príncipe, enmendar a vuestro gran profeta Mahoma?
PRÍNCIPE.- ¿Cómo es posible que sepáis esas santas palabras? ¡Alabado sea el Oyente y el Omnisciente!
ALCAIDE.- Las he leído donde están escritas, en el gran libro del Corán.
PRÍNCIPE.- Pero, ¿es que conocéis el árabe?
ALCAIDE.- El señor almirante Bernat de Sarriá, siendo alcaide del castillo de Játiva, mandó hacer una muy buena traducción del Corán.
PRÍNCIPE.- ¿Cuántas suras tiene el Corán?
ALCAIDE.- Ciento catorce.
PRÍNCIPE.- ¡No habéis dudado ni un segundo! Voy a someteros a una ordalía.
ALCAIDE.- ¿Queréis que me zambulla en la raya azul o que me coja a un hierro candente?
PRÍNCIPE.- No; es una ordalía literaria o de conocimientos; es la única forma que se me ocurre para saber si sois gratos al Clemente y Misericordioso.
ALCAIDE.- Vos diréis, príncipe.
PRÍNCIPE.- A ver si me sabéis decir a qué libro pertenece el texto que os voy a recitar. Dice así: «El Dios, no hay Dios, sino Él, el Viviente, el Subsistente. A Él pertenece cuanto hay en los cielos y en la tierra. ¿Quién intercederá ante Él, sino con su permiso? Sabe Él lo que está delante y detrás de los hombres y éstos no abrazarán de su ciencia, sino lo que Él quiere. Él es el Altísimo, El Inmenso». Esto es todo, Alcaide.
ALCAIDE.- Esta es, príncipe de Kairuán, la más grandiosa descripción-definición de Dios.
PRÍNCIPE.- Sí, es cierto. Pero lo que os pido en la ordalía literaria es que me digáis a qué texto pertenece.
ALCAIDE.- Sólo en el Corán se encuentra. Esas palabras pertenecen a la sura segunda y aleia doscientos cincuenta y seis.
PRÍNCIPE. - Me dejáis boquiabierto. Tengo la sensación de encontrarme en un lugar santo de La Meca hablando con un notable ulema, exégeta del Corán. ¿Sois, alcaide, de creencias musulmanas y por razones de conveniencia, de seguridad personal, no las manifestáis públicamente?
ALCAIDE.- No quiero engañar a tan noble persona como vos: claro que no soy musulmán. Sé que el profeta Mahoma, en su inspirado libro, autoriza, de parte de Dios, a disimular las convicciones religiosas si uno se ve en peligro de persecución o muerte por profesarlas; él no quería martirios.
PRÍNCIPE.- Me tenéis que explicar el porqué de todos estos conocimientos vuestros sobre nuestra religión.
ALCAIDE.- Ya os he dicho, príncipe de Kairuán, que el gran señor almirante Bernat de Sarriá nos legó un magnífico manuscrito con la traducción del Corán; pero también heredamos de él su anhelo por la mar Mediterránea, por los pueblos que la rodean, por sus culturas, cómo viven, qué son en sí y todo ese latido que tiene la vida y sobre todo la vida del hombre. Príncipe, si tuviereis la suerte de vivir en Benidorm, -algún día espero que sí- veríais que, tanto cuando la mar está encalmada como cuando enfurece, siempre nos llama; cuando sus azules, verdes y blancos acarician o se astillan en la punta del Cavall, en las de Les Caletes, la Cala, el Castillo o L'Illa, nos dice: “Venid a mí que soy la fuente viva y el camino de la ciencia, de la comprensión, de la estima”. Es todo un perfecto ritual de galanteo al que no se ha sabido nunca resistir Benidorm y, por el mar, nos ha llegado todo lo que hemos ido recogiendo por nuestra alma de pueblo; y con amor, esmero y siglos se ha conseguido esa talla esmeralda que tan propicia es a la tolerancia y a la esperanza.
PRíNCIPE.- Inefables palabras acabo de escuchar. El rey de Túnez, mi señor, ha de tener conocimiento de esta inesperada circunstancia que nos era desconocida, y sería un crimen llevar a término los planes estratégicos concebidos cuando éramos ignorantes de lo que era Benidorm. Pero me habéis de enseñar ese documento.
ALCAIDE.- Os recibiré en la Sala de Jurados y allí lo podréis ver.
PRÍNCIPE.- ¡Que arríen las banderas de guerra! ¡Izad las banderas de la paz! ¡Que las naves naveguen en formación de honor y que saluden al castillo y pueblo de Benidorm con las veintiuna salvas de ordenanza!
ALCAIDE.- ¡Que ondeen en las murallas y barbacanas las banderas de la oriflama; en el Homenaje, el pendón real; y en el Torreón, el carmesí con las señales del Infante y del Almirante! ¡Poned reposteros de terciopelo y de damascos en los balcones y ventanas, alfombrad las calles con enramados de olor, traed pétalos de rosa y claveles! ¡Que volteen las campanas y truenen los cañones porque Benidorm recibe hoy al señor Príncipe de Kayruán, al que, en nombre de todo el pueblo, yo le doy la más cordial bienvenida!
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Jorge García
Redactor en Radio Benidorm, edita y presenta Hora 14 y La Ventana de la Marina Baixa