La calle de Juan de la Cierva en l'Olleria de València
Hace hoy 95 años se produjo un hito de la aviación española: Juan de la Cierva cruzó el Canal de la Mancha en autogiro, la aeronave inventada por él mismo. Años más tarde paseó con su invento por València y ya en los años 60 se le dedicó una calle junto a la histórica ollería de la ciudad
València
Hasta mediados del siglo XX, la huerta de Marxalenes se encontraba prácticamente virgen, ajena al rodillo urbanístico que iba cubriendo de asfalto y cemento toda la ciudad. Pero, como muchas otras partes de la ciudad, sucumbió ante el avance imparable del Desarrollismo.
Para este barrio, el plan general de ordenación urbana de 1966 proyectó un área de edificación abierta, formada por bloques lineales de viviendas alineados según los ejes principales. En su parte más septentrional, junto al camino de tránsitos, estos se disponían en paralelo y perpendicular a la avenida de Peset Aleixandre, que entonces era conocida como avenida de Onésimo Redondo.
Los edificios fueron brotando de la huerta, arrasando todo lo que encontraban a su paso. Lo único que sobrevivió en esta zona de la histórica huerta de Marxalenes fue la Alquería de la Ollería, un pequeño conjunto de edificaciones datadas entre el siglo XVII y XIX, y que en la antigüedad había sido un importante núcleo alfarero de la ciudad, de ahí el origen de su nombre: Ollería, nombre que los valencianos daban al lugar donde se elaboraban los objetos propios dels ollers -olleros, alfareros-. La vieja alquería, alineada con la acequia de Petra, uno de los caudalosos brazos de la de Mestalla, rompió así la trama proyectada, interrumpiendo una de las calles que sobre plano fue dedicada al ingeniero Juan de la Cierva.
Efectivamente, en 1969, a propuesta de la Comisión de Cultura, el filólogo y crítico literario Rafael Ferreres Ciurana, el Ayuntamiento aprobó dedicar esta calle abierta en Marxalenes entre los nuevos bloques de viviendas, a Juan de la Cierva, el ingeniero que saltó a la fama por ser el inventor del autogiro.
Juan de la Cierva, en una de la pruebas de su autogiro / Archivo ABC
Juan de la Cierva, en una de la pruebas de su autogiro / Archivo ABC
De la Cierva nació en Murcia en 1895 en el seno de una familia acomodada de abogados y notarios vinculados también a la política. Pero a pesar de los antecedentes, Juan decidió estudiar una ingeniería donde poder desarrollar su mayor vocación: la aviación. Con tan solo 16 años construyó, junto a sus amigos Barcala y Díaz, su primer aeroplano y, con 25, diseño una innovadora máquina bautizada como autogiro, porque en lugar de alas normales tenía unas palas que giraban por acción del viento y ayudaban así a la sustentación del aparato.
En 1925, el prototipo autogiro C6 ya logró realizar un viaje de 8 minutos entre los aeródromos de Cuatro Vientos y Getafe, y el 18 de septiembre de 1928 -hace hoy 95 años- cruzó el Canal de la Mancha, dando a conocer su invento al mundo entero. Registró la patente en multitud de países, se asoció con fabricantes de Inglaterra, Alemania y Estados Unidos, pero su anhelo de poder fabricarlo en España nunca su cumplió. A pesar de todo, realizó demostraciones por numerosas ciudades españolas.
El autogiro de Juan de la Cierva llegó a València la mañana del 7 de marzo de 1934. Aterrizó en el campo de Manises, donde fue recibido por una gran multitud de personas, y sobre las 11 horas sobrevoló el centro de la ciudad y los poblados marítimos, dejando boquiabiertos a propios y extraños. Ya por la tarde estuvo en el puerto, donde realizó una serie de maniobras hasta aterrizar verticalmente sobre la cubierta del buque Dédalo. Tal y como recoge la prensa de la época, la visita del ingeniero y de su invento despertaron gran interés entre los valencianos y fueron muchos los curiosos e interesados que se acercaron a verlo.
Juan de la Cierva murió en un accidente aéreo en Londres en 1936, con apenas 44 años. Pocos meses antes de morir, desempeñó un valioso papel en los preparativos del golpe de Estado contra la República, facilitando el avión Dragon Rapide, que trasladó a Franco desde Canarias a Marruecos para iniciar el levantamiento, una circunstancia que ha empañado el expediente del ingeniero español y que recientemente ha generado diversas polémicas entre historiadores y estudiosos de la Guerra Civil.
