La València Olvidada: el cuerpo incorrupto de Angelina Bertrán
César Guardeño rescata la historia de la joven valenciana cuyo cadáver encontraron casi en perfecto estado un año después de ser enterrado
La València Olvidada: El cuerpo incorrupto de Angelina Bertrán
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València
Nos ubicamos en la histórica plaza de San Gil, actualmente conocida como plaza de Cisneros, a los pies de un "atzucac" o "cul de sac", es decir, de un estrecho callejón sin salida. Desde donde estamos nosotros se accedía a uno de los cementerios parroquiales que tenía la ciudad, concretamente el de la vecina parroquia de San Lorenzo.
Aquel cementerio desapareció en las primeras décadas del siglo XIX, cuando entró en vigor la orden que dictó Carlos III (1784) para que se clausuraron todos los cementerios urbanos (los fosos, que decían entonces). Fueron trasladados todos ellos al Cementerio general situado extramuros, debido a las razones higiénicas que ya empezaban a plantearse en el siglo XVIII.
A estas alturas, el antiguo cementerio de San Lorenzo se encuentra ocupado por una manzana confrontada a la parroquia, por lo que el callejón que ahora podemos ver, por el que se accedía al cementerio, ha quedado, obviamente, en desuso.
Algo extraño y sobrenatural
Justo detrás del lugar en el que nos encontramos, ocurrió uno de los hechos más extraños y sobrenaturales que más impacto tuvo en la sociedad valenciana de mediados del siglo XV.
Esta sorprendente historia comenzó, paradójicamente, con la muerte de un sastre y el error de un enterrador.
Corría el 19 de abril de 1447 cuando un hombre de apellido Montroig, sastre de profesión, murió y fue su voluntad de ser enterrado en el cementerio parroquial del Convento San Francisco, donde tenía una tumba. Cabe indicar que el convento estaba situado, en esta época, donde se encuentra la actual plaza del Ayuntamiento.
¿Qué pasó entonces? Que el enterrador se equivocó de cementerio e interpretó que el sastre debería ser enterrado en el cementerio de San Lorenzo, justo al otro extremo de la ciudad.
Cuando el enterrador se presentó en el fosar de San Lorenzo y comenzó a cavar la tumba para el sastre, de pronto salió a la luz el cuerpo de una mujer joven que llevaba ya algunos años allí enterrada, pero que, sorprendentemente, se encontraba incorrupto. "Visto de la cabeza hasta los pies casi todo entero y no podrido", relataba el Gobernador y lugarteniente general del reino de Valencia, Pedro de Cabanyelles, a la reina María, esposa del rey Alfonso el Magnánimo, añadiendo que "oliendo-el non Hix sino bona olor". Aquél característico “olor a santidad”.
De hecho, el cronista de la ciudad y del Reino, Gaspar Escolano, rector de la parroquia de San Esteve, también recoge el suceso en 1610, en su Década Primera, y lo explica de la siguiente manera: "Cavando con el azadón, el día 19 de abril de 1447, descubrió el cuerpo de la honestísima Angelina Bertrán, fresco, hermoso, entero y flexible, esparcidos sobre rubios cabellos, y fresca guirnalda de flores que tenía sobre la cabeza".
¿Quien era Angelina Bertrán?
De Angelina sabemos que era hija de Domingo Bertrán, un peraire (tenía como oficio preparar la lana para su tejido) y que al empobrecerse, puso a trabajar en el servicio doméstico a su hija en casa de un pescador que se llamaba Fuster.
Angelina había hecho voto de castidad, pero habiendo enviudado el tal Fuster, este intentó todos los medios para ajar la pureza de Angelina, quien huyó a refugiarse en casa del hermano del pescador. Se refugió allí durante un tiempo, falleciendo el pescador quien, arrepentido de sus actos, le había dejado en el testamento "10 lliures per a marit”.
Tristemente, poco tiempo después, Angelina fue víctima de una epidemia de peste que azotó fuertemente València, y murió el 14 de julio de 1439 a la edad de 16 años, siendo enterrada en el cementerio de San Lorenzo.
Un aura de santidad
Esto provocó gran impacto y conmoción en la ciudad. Hay que tener en cuenta que el hallazgo de su cuerpo se produjo apenas un mes después de la tragedia del incendio de la fusteria del Mercat, un 16 de marzo de 1447. Y esto fue visto como una señal divina, un milagro y el revulsivo que necesitaba la ciudad después de una tragedia de estas características. Todo ello apoyado por los testimonios de la propia hermana del pescador y otros familiares de la propia Angelina, que ayudó a generar un aura de santidad en torno a la muchacha que señalaban como molt bona fadrina y muy devota de Nostra Dona.
El propio Gobernador y lugarteniente general del reino de Valencia, Pedro de Cabanyelles solicitó que se constituirá una junta de médicos para que analizaran el cuerpo. Entre ellos se encontraba Jaume Roig, que además de ser uno de los grandes escritores de nuestro Siglo de Oro, era un médico de reconocido prestigio.
Las crónicas apuntan que los médicos que "unánimes y concordes, declararon era milagrosa la incorrupción", aunque parece que Jaume Roig, miembro de aquella junta más por obligación que por devoción, no quiso pronunciarse por escrito, tal vez por evitar entrar en polémicas con la iglesia.
Finalmente se decidió enterrar de nuevo, pero ahora en la sacristía de la iglesia de San Lorenzo.
Tuvieron que pasar casi 100 años de aquellos acontecimientos, concretamente en 1543, se decidió exhumar el cadáver para volverlo a analizar, pero “lo encontraron dissuelto, i Mosen Domingo Sarmiento colocó los huessos entre las reliquias, que en el dia no saben los Clerigos donde paran”. El rastro de Angelina se perdió a partir de este momento para siempre, quedando como una curiosidad histórica de nuestra ciudad. Un hecho extraordinario que quedó en el recuerdo y que fue desvaneciéndose, poco a poco, a lo largo de los años.
TEXTO: CÉSAR GUARDEÑO