La València Olvidada: El Tesoro Artístico Nacional en València
Pepa Pascual nos traslada a la València capital de la República y nos cuenta como el Patriarca y las torres de Serranos acogieron las obras de arte más importantes para protegerlas de los bombardeos
En la València Olvidada Pepa Pascual recuerda cuando València albergó el Tesoro Artístico Nacional para protegerlo de las bombas
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València
En La València Olvidada nos trasladamos a la Plaza del Patriarca y viajamos en el tiempo al 6 de noviembre de 1936; ese día, el Consejo de Ministros reunido en Madrid tomó la decisión de trasladar el gobierno de la República a València, ciudad de retaguardia más segura, instando también a la evacuación de intelectuales y al traslado de las obras de arte más importantes del Tesoro Artístico Nacional para garantizar su seguridad. Así, entre noviembre de 1936 y octubre de 1937 Valencia pasó a ser capital de la República y escenario de acontecimientos de gran trascendencia en la historia de nuestra ciudad.
Los temores se hicieron realidad
Sólo 10 días después de esa decisión, la tarde del 16 de noviembre de 1936 la aviación franquista arrojó hasta 9 bombas incendiarias sobre el Prado, hecho que precipitó la salida de los cuadros y objetos más valiosos del museo hacia Valencia.
Más de 1800 cajas se utilizaron para embalar y trasladar las obras de arte que eran cargadas y aseguradas en camiones para hacer un viaje que constituyó una auténtica aventura y así poner a salvo las obras de grandes pintores como Velázquez, Goya, Tiziano, Rafael, El Bosco, Ribera, Murillo, Rubens o el Greco y también documentos y libros de la Biblioteca Nacional o del tesoro del Escorial.
Como dijo Manuel Azaña ante el hecho de tener que salvar las grandes obras maestras “El Prado era más importante que la Monarquía y la República juntas”.
Un traslado muy complicado
Se tardaba un día y medio en recorrer la distancia entre Madrid y Valencia, ya que los camiones iban a una velocidad de 15 km/h para evitar que las vibraciones dañaran las pinturas y bajo la constante amenaza de los bombardeos de los aviones. Se aprovechaba para viajar las noches más oscuras y se apagaban los motores y los faros ante la más mínima alerta. También hubo algunas dificultades por el tamaño de algunas cajas con las obras de arte que no pasaban por los puentes, lo que hizo necesario descargar las cajas y pasarlas a mano hasta la orilla contraria.
Pese a todas estas dificultades, el único accidente que se constató en los 3 años que duró la evacuación de los cuadros del Prado, primero a Valencia y después a Barcelona, fue en marzo de 1938 en Benicarló, cuando el balcón de una casa recién bombardeada cayó sobre las cajas que protegían los cuadros y desgarró levemente las telas del cuadro del 2 de mayo de Goya que fue restaurado después en Perelada.
El Patriarca y las torres de Serranos
Para elegir los lugares de depósito del tesoro nacional en Valencia se encargó al arquitecto conservador del Museo del Prado José Lino Vaamonde que se trasladara a nuestra ciudad para acondicionar las sedes que lo acogerían. Se eligieron dos monumentos: El Colegio del Patriarca y las torres de Serranos. Este mismo arquitecto ejecutó el proyecto de transformación de estos edificios empleando soluciones totalmente reversibles, con el fin de que las obras de fortificación no alteraran los monumentos y después de la guerra volvieran a su estado original.
La iglesia del Patriarca por su amplitud se utilizó como almacén de tránsito. Allí se desembalaban las obras y se hacía el reconocimiento para ver si habían sufrido algún desperfecto y necesitaban restauración. Posteriormente se volvían a embalar para llevarlas a su destino definitivo: las capillas o subterráneos del Patriarca o las torres de Serranos.
Las capillas inmediatas al crucero de la iglesia se habilitaron para albergar las obras que, por su gran tamaño, no entraban por las puertas de los cubos de las torres de Serranos. Este era el caso por ejemplo del cuadro de Las Meninas de Velázquez que tuvo que ser depositado aquí y cuyo testimonio quedó plasmado en una fotografía publicada en The Times de 3 de septiembre de 1937 en la que aparecen Sir Frederic Kenyon, ex director del Britrish museum, James Mann, conservador de la Wallace Collection y Timoteo Pérez Rubio en la visita que hicieron para comprobar cómo se estaba llevando a cabo el traslado del tesoro nacional y si se hacía con las suficientes garantías ante las acusaciones de expolio que se habían hecho por parte del bando nacional.
Refuerzos para evitar el daño de las bombas
Las capillas de la iglesia del Patriarca se reforzaron con una bóveda de hormigón armado de 30 cm. de grosor y se construyó un muro de cerramiento en el que se insertaron numerosos tubos de uralita que permitían la circulación del aire para evitar los efectos de las ondas expansivas provocadas por las explosiones de bombas.
En las Torres de Serranos las protecciones comenzaron desde la terraza donde se pusieron 5 filas de sacos de arena. Sobre el suelo de la segunda planta se construyó una bóveda de hormigón de 90 cm de grosor y sobre ella una capa de metro y medio de tierra. Las grandes aberturas que tienen las torres en su cara interna se tapiaron con un muro de hormigón de 4 metros de alto para impedir el efecto de las bombas de trayectoria oblicua. También se dispusieron varias capas formadas por cáscara de arroz combinadas con tierra apisonada. Todas estas protecciones pretendían garantizar que el efecto de las bombas no llegara a destruir la bóveda de la planta baja donde estaban las obras de arte.
Todas estas medidas anti bombardeos implantadas en Valencia por José Lino Vaamonde tuvieron gran trascendencia y marcaron la pauta que después siguieron muchos museos de Europa durante la II guerra mundial para salvar su patrimonio.
Una exposición inusual
En el claustro del Patriarca en diciembre de 1936 se montó una exposición con las obras rescatadas del palacio de Liria de Madrid para que pudieran ser admiradas por la población. Un hecho curioso es que para ello se tuvo que tapar la escultura del Patriarca Ribera que se encuentra en el centro del claustro con un gran cajón de madera donde se ponían anuncios de la exposición y así evitar que fuera destruida la estatua.
València, Barcelona, Francia y Ginebra
Tras su estancia en València, el Tesoro Artístico Nacional se desplazó a Barcelona siguiendo al gobierno y allí se creó el Comité Internacional para el Salvamento de los Tesoros de Arte Españoles para hacer el seguimiento de los traslados del mismo. Con el acuerdo de Figueras, el gobierno de la República permitió el traslado al extranjero de las obras de arte con la condición de que volvieran a España una vez acabada la guerra y de que no se pudiera vender para pagar deudas y así cruzó la frontera de Francia hasta llegar a la Sociedad de Naciones en Ginebra donde permaneció hasta su regreso a España en septiembre de 1939, ya bajo el gobierno franquista.
TEXTO: PEPA PASCUAL