“Solo hay una cosa en común entre la Peste Negra y el Covid: la interacción humana y los viajes los convirtieron en pandemias”, explica el historiador James Belich
El neozelandés acaba de publicar en español ‘El mundo que forjó la peste’ donde defiende que Europa vivió un espectacular crecimiento tras la tragedia

Charlamos con el historiador James Belich sobre su libro 'El mundo que forjó la peste'
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Fuenlabrada
Que el presente condiciona nuestra visión del pasado es muy claro con los temas que hoy nos ocupan: la Peste negra y el Covid-19.
Todo por el libro ‘El mundo que forjó la peste’ (Desperta Ferro, 2025) de James Belich, que acaba de publicarse.
Desde su Nueva Zelanda natal, el autor nos confiesa que mientras escribía este libro “la gente a menudo me preguntaba si existían analogías entre la pandemia actual de COVID y la devastadora Peste Negra de mediados del siglo XIV y yo me resistía a establecer comparaciones porque me parecía insensible decir en aquel momento que la Peste Negra era mucho más devastadora”.
Tras darle vueltas, sí que llegó a un punto en común: “si tanto la Peste negra, que comenzó cerca de las montañas Tian Shan, como la pandemia de COVID, que comenzó en algún lugar de Wuhan, en China, se hubieran quedado en la pequeña localidad o aldea en la que estallaron por primera vez, habrían quedado devastadas localmente, pero no habrían sido un gran problema a nivel mundial. Lo que las convirtió en pandemias fue la interacción humana a través del comercio y los viajes, que interconectaron el mundo”.
El libro navega por un tema polémico y es cómo una pandemia devastadora para Europa, espoleó el continente durante los siguientes siglos.
“De hecho, mejoró la calidad de vida del 50 % de los sobrevivientes. Ahora bien, no pretendo subestimar en absoluto el terrible trauma de perder a la mitad de tus seres queridos y a la mitad de tus conocidos. Pero lo cierto es que la muerte del 50 % de la población significó que los supervivientes tuvieran el doble de todo: vivienda, infraestructuras, dinero, animales de granja, tierras fértiles, trabajos…”
La Era de los descubrimientos
Dice Belich que no es coincidencia que “la expansión global europea” comenzara poco después.
Él lo explica con un término muy curioso, el ‘kit de expansión europeo’. “Consistía en un conjunto de tecnologías incubadas por la plaga, incluyendo armas mejoradas y veleros mejorados, que ya no necesitaban remos como potencia adicional. Pero también incluía una categoría que llamo tripulación donde había soldados, balleneros, conquistadores, pioneros, tramperos de pieles de todo tipo, piratas... Y esta cultura, esta cultura de tripulación, proporciona una mano de obra europea brutal y despiadada para el kit de expansión”.
Y eran gentes “acostumbrados al riesgo por el hecho de vivir en un contexto donde la plaga puede atacar en cualquier lugar mañana y matar a la mitad de la población”.
La exploraciones también buscaban abastecer la mayor demanda de productos de lujo y semilujo al haber mayores ingresos.
“Un ejemplo es que se pueden encontrar recetas de bacalao salado en los libros de cocina europeos desde 1350. Por lo tanto, la demanda de estos productos, provenientes de los océanos del mundo se disparó”, explica.
La tecnología avanza
Parte del desarrollo tuvo que ver con avances tecnológicos, necesarios por la caída de la mano de obra.
“La plaga, por supuesto, creó una enorme escasez de mano de obra, y una de sus consecuencias fue revivir la trata de esclavos europea, que había estado en declive. Pero también implicó que los europeos recurrieran a técnicas y dispositivos de todo tipo que ahorraban mano de obra”, asegura y pone ejemplos como el uso de la pólvora porque “el uso de armas de fuego ahorraba tiempo de entrenamiento en comparación con el entrenamiento de arqueros” o “los barcos de vela, en comparación con los barcos de remos”.
“La mayoría no eran inventos nuevos; la imprenta fue una excepción”, defiende.
Es más, Belich explica que el verdadero capitalismo surge en esta época en el norte de Italia (Venecia, Florencia, Génova…)
“Allí surgen instituciones que posteriormente se asociaron con el capitalismo europeo, como los bancos públicos y la deuda pública. De esta manera, se podían pedir prestadas cantidades casi ilimitadas de dinero y devolverlas en un futuro lejano, lo que permitía capitalizar la economía futura, especialmente para las guerras”, nos desvela.
Y en este camino para desmitificar la expansión de la Peste negra, Belich retira la acusación a las ratas y apunta a los jerbos.
“‘Yersinia pestis’, el patógeno responsable de la peste bubónica y la Peste Negra, era endémico en las montañas Tian Shan, entre las marmotas, por las pulgas que las afectaban.
Son las caravanas de camellos las que sacan de allí esas pulgas, que acaban sobre las grandes colonias de jerbos desde Kirguistán hasta el Volga. Luego ya entrarían en juego las ratas, pero nada hubiera pasado sin los jerbos.

David Sañudo
Responsable de Hoy por Hoy Matinal Madrid Sur y Hoy por Hoy Madrid Sur.