Disfraces, ¿sólo un arte humano?
Con la llegada del Carnaval, toca volver a sacar los disfraces del armario, pero, ¿son las personas las únicas a las que les gusta disfrazarse?
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Disfraces, ¿sólo un arte para los humanos?
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Comunidad de Madrid
Con la llegada del Carnaval, vuelve el color, las ganas de fiesta y, especialmente, los disfraces. El arte del disfraz siempre ha sido muy apreciado por el ser humano, pero, ¿somos nosotros los únicos que disfrutamos haciéndonos pasar por otras cosas? Existen varios mitos pertenecientes a varias culturas que ponen de manifiesto la afición de los dioses y otras entidades por las máscaras y los trajes.
A lo largo de la historia, han sido varias las fiestas que giran alrededor de este concepto, como las Lupercales en Roma o las fiesta en honor a Apis o a Isis en Egipto. Aunque, en el mundo eslavo, hay un equivalente al Carnaval llamado “Máslenitsa”, también conocida como la “Semana de la Mantequilla”, una festividad religiosa y folclórica que se celebra en la zona este de países como Ucrania o Rusia.
Pero, ¿qué hay de los disfraces? Por un lado, existen evidencias de que los sumerios ya se ponían máscaras alrededor de una hoguera para ahuyentar a los malos espíritus y tener buenas cosechas, además de pedir a los dioses que sus tierras fuesen fértiles. Sin embargo, en Grecia, esa costumbre también se popularizaría; y, por supuesto, a partir de la Edad Media, también lo haría con el Carnaval de Venecia, aunque su fama actual se diera más adelante. Por otro lado, en el plano divino, tampoco es nuevo que, en muchas mitologías, algunos dioses gustan de tomar otras apariencias para diferentes fines, como mezclarse entre los seres humanos, engañar a otros dioses y personas, seducir, o, simplemente, gastar una broma. Y, si unos se mantiene en el mundo clásico, puede encontrar a Zeus como maestro del disfraz, mayoritariamente para sus conquistas amorosas, que quedan retratadas en obras tan célebres como “Las metamorfosis”, del poeta romano Ovidio, en donde narra la historia del mundo desde su creación hasta la deificación de Julio César, combinando mitología e historia.
Entre esas metamorfosis de, se puede destacar su forma de toro para raptar a Europa, de niebla para seducir a la ninfa Ío (a la que, posteriormente, él convirtió en ternera para escapar de la ira de Hera), en cisne para seducir a Leda o, incluso, en el mismísimo Hades para seducir a Perséfone, dando como resultado (según algunas versiones), a Melínoe. Aunque, si hablamos de disfraces, otros también dados a utilizarlos de vez en cuando, como Poseidón, que tomó la forma de un semental para aparearse con Deméter cuando ella intentaba huir de él en forma de yegua. No obstante, además de transformarse los propios dioses, también transforman a otros, como es el caso de Licaón, rey de Arcadia, a quien Zeus castigó transformándolo en un lobo después de servirle a su propio hijo como plato para ver si le podía engañar; a Dafne, que fue convertida en Laurel por su padre para huir de Apolo, o a Aracne, que fue convertida por Minerva (nombre romano dado Atenea) por haber alardeado ella de ser más habilidosa la diosa en el arte de tejer,
Por otro lado, dentro de la lista de los maestros del disfraz también tiene un lugar destacado Loki, que tomó la forma de una yegua para distraer al caballo de un gigante que se prestó a construir una muralla en Asgard a cambio de que le entregaran a la diosa Freya, obteniendo como resultado al caballo Sleipnir.
Y, lejos de las tierras vikingas y helenas, si uno acude a la Biblia, también puede encontrar ejemplos de disfraces empleados, en este caso, para el engaño. Prueba de ello es la historia de Adán y Eva y la tentación de la serpiente para que comieran del fruto prohibido, un plan que John Milton desarrolla más en profundidad en su poema “El paraíso perdido”.
Si quieres conocer más de estas historias, ¡quédate y escucha la sección de esta semana!