Hasta siete grados más: Las consecuencias de la isla de calor en Madrid
El entramado de las ciudades, el asfalto, el uso del coche y los aires acondicionados convierten la ciudad en un horno durante las olas de calor
Nadie quiere quedarse en Madrid cuando hay una ola de calor. Cuando llegan episodios de altas temperaturas, la ciudad se convierte en un horno que genera y que atrapa el calor. Este fenómeno se llama isla de Calor. Los materiales que se usan, el entramado de las calles, los coches y la falta de vegetación, están entre algunas de las causas por las que las ciudades se convierten en lugares que retenedoras de calor. Científicos del Instituto Carlos III han medido la diferencia de temperatura entre el centro de Madrid, en la estación del Retiro, y la estación en el Goloso, al norte de la región, y han comprobado, que aunque en las máximas no hay muchas diferencias, en las mínimas, por las noches, pueden llegar hasta los 7 grados de diferencia.
Este fenómeno, en Madrid, no tiene consecuencias sobre el número de muertes o el número de ingresos, al menos, no una relación directa. "En Madrid, lo que causa muertes e ingresos, son las máximas, pero lo que hemos visto es que la isla de calor solo afecta a las mínimas, por lo que no podemos decir que las muertes y la isla de calor estén relacionadas en la capital" cuenta Julio Díaz, investigador del Instituto de Salud Carlos III, que ha liderado el estudio. Aun así, alerta Díaz, no quiere decir que no se deba actuar sobre la isla de calor en las ciudades. "Unas mínimas altas no permiten dormir bien, generan estrés y pueden afectar a personas con enfermedades crónicas o a las personas mayores, por eso hay que combatir la isla de calor", asegura Díaz.
Causas de la isla de calor
Entre las causas que afectan a la isla de calor están las que no se pueden controlar, como la lluvia o los días despejados y sin viento. Pero son varias las causas que sí se pueden cambiar. Además, las medidas que se deben tomar para reducir la isla de calor también ayudan a reducir las máximas y tienen mucho consenso entre científicos y urbanistas. Miguel Núñez Peiró, arquitecto e investigador en UPM - ABIO, cree que hay cuatro ámbitos de actuación principales. El primero sería la estructura de la ciudad. Las ciudades muy densas, con edificios muy cercanos unos de otros, favorecen la retención del calor. En este punto, la ciudad ya construida es difícil de transformar, pero sí se puede construir teniendo en cuenta este aspecto.
Más información
- Madrid alcanza una temperatura récord en abril desde 1920: ¿Está la capital preparada para el calor?
- Se refuerzan los efectivos contra los incendios forestales en un verano de calor extremo
- "Cuando ves un Punto Violeta te sientes más segura porque sabes que el acoso que estás viviendo no va a quedar impune": barrios, universidades y fiestas contra las agresiones
La segunda causa serían los materiales de los que están hechos las ciudades y las calles. El asfalto, el cemento o el hormigón, son materiales que tienen una gran capacidad de retener calor durante el día que después, cuando llega la noche y bajan las temperaturas, liberan, convirtiéndose en una especie de radiadores que evitan que se refresque el ambiente. Además, estos materiales suelen tener otra cualidad que favorece la isla de calor: la impermeabilidad. "Cuando llueve y la superficie es permeable, el agua se filtra y se retiene en el terreno" cuenta Núñez, "después, cuando llega el calor, esa agua se evapora y facilita que se enfríe el suelo y el ambiente". Como la ciudad está cubierta por un caparazón de asfalto y cemento, este filtrado no se produce y tampoco se dan los beneficios que tiene.
Los suelos permeables tendrían un segundo beneficio: facilitar el mantenimiento de la vegetación. "La vegetación, tanto por su capacidad para sombrear como por su capacidad para metabolizar la radiación solar, evita que la radiación llegue a las superficies y las caliente" explica el investigador de la UPM. Y es que la falta de zonas verdes, la escasez de árboles y el que no estén repartidos por toda la ciudad, es otra causa y, por tanto, otra línea de actuación.
A este beneficio habría que sumarle un segundo: la evapotranspiración. Los árboles, a través de sus hojas, consiguen refrescar el ambiente cuando el agua que contienen se evapora. En algunos estudios, la diferencia entre una calle arbolada y otra sin vegetación puede llegar superar 20 grados en la misma hora del día.
Acabar con los coches
"Y por último", apunta Núñez, "estarían las fuentes de calor antropogénico". Estas son las actividades humanas que generan calor y que serían principalmente dos: los coches y los aparatos de aire acondicionado. Para que un sistema de enfriamiento pueda bajar la temperatura en el interior, la sube en el exterior. "Aquí se produce un bucle de retroalimentación: como fuera hace calor, coloco un sistema de aire acondicionado, que vierte calor en el torrente urbano y genera más necesidad de aire acondicionado". El urbanista asegura que ya hay ciudades, como París, que está tomando medidas para reducir la necesidad de estos aparatos.
El coche, a través del motor de combustión y los gases que emite, calienta el aire de la ciudad. A lo que habría que sumarle que para usarlo se necesitan enormes superficies de carreteras y aparcamientos, que utilizan normalmente el asfalto, un material que retiene mucho calor y que impermeabiliza el suelo.
Como se puede ver, todas las causas y las posibles medidas están interconectadas y, por tanto, para reducir la isla de calor, coinciden Núñez y Díaz, hace falta medidas coordinadas en todos los ámbitos posibles, desde las instituciones, pero también, desde los ciudadanos.
Karim Agharbi
Redactor en la sección de economía de la Cadena SER. Trabajó en el equipo de informativos de Radio Madrid....