Fundido a negro en el Cine Campoo
La Firma de Borja Barba

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Palencia
Una multitud encolerizada se agolpaba a las puertas del recoleto Cinema Paradiso de Giancaldo. El éxito de las proyecciones era tal, que muchos de los vecinos del pequeño pueblo se habían quedado sin entrada para disfrutar de la sesión nocturna. Buscando la manera de entrar en la sala, la muchedumbre gritaba muy sicilianamente mientras Alfredo, el proyeccionista, se convertía en el protagonista de una de las escenas más mágicas e inolvidables de la historia del cine. Y lo hacía con un gesto tan sencillo como el de girar el proyector hasta reflejar la película en la fachada de uno de los edificios del exterior del cine, para alegría de todos los vecinos. Nadie ha conseguido nunca resumir mejor la trascendencia de una sala de cine en un ambiente rural que Giuseppe Tornatore.
La escena de Cinema Paradiso volvió a salir a flote cuando el pasado sábado saltó la noticia del cierre, inesperado y abrupto, del Cine Campoo. La última de las grandes pantallas aguilarenses con proyecciones de estrenos semanales fundía a negro a través de un escueto comunicado de su gerencia. Un folio sobre su cartelera, directo y sencillo, volcando responsabilidades sobre el ayuntamiento y quien sabe si confiando en la despreocupación y el placebo que siempre conllevan la culpa ajena.
Hoy, día diecinueve de marzo, se cumplen exactamente ochenta años de la apertura al público del Cine Campoo. Aquella primera proyección de ‘Agárrame ese fantasma’, y todas las que vinieron después, han contribuido a cimentar una cultura cinematográfica con gran calado en la Montaña Palentina. Si hoy uno habla del cine en Palencia, tiene que hacer referencia inexcusable a todas aquellas salas que salpicaban el norte de la provincia mediado el pasado siglo. Modestas instalaciones que ayudaron al desarrollo cultural y social de personas que necesitaban soñar con pegar tiros en Fort Apache o con dejarse caer en los brazos de Tyrone Power, al tiempo que se sacudían el polvo de la hulla y la antracita.
El cine se ha visto forzado a vivir en un tiempo muy diferente de los que ha conocido. Un tiempo en el que prima la inmediatez y una voracidad en el consumo de cultura que impide construir con pausa nuestro deseo. Pese a eso, uno cree que sigue siendo un espacio necesario. Porque pocos espacios más necesarios que aquellos en los que te obligas a desatender el teléfono móvil durante un rato. Espero que la trayectoria del Cine Campoo, que además de un negocio es un servicio social, tenga continuidad. Que la propiedad de la sala y el consistorio se empeñen en buscar soluciones antes que culpables. Y que, como el bueno de Alfredo en el Cinema Paradiso, se las ingenien para que todo el pueblo pueda seguir disfrutando de nuevas emociones cuando se apaguen las luces.