Las primarias

Juan Miguel Alonso

León
La elección en primarias del nuevo líder provincial del socialismo legionario fotografía con una precisión cuántica las posiciones en el frente de combate, así como las miserias y grandezas de esta democracia sangrienta de facciones y puestines a dedo.
A un lado del cuadrilátero, Cendón mano de piedra, que retiene el título desde 2027, ha sabido leer el aire nuevo y en las tormentas del partido, cuenta con las bendiciones de aparato de Ferraz al mando de Pedro el Grande, de quién se ha convertido en apóstol convencido. Mantiene que a León le ha ido bien cuando al PSOE le ha ido bien, pero a León le ha ido regulinchi cuando a él y a los propios les ha ido de cine. Ya se sabe que la culpa siempre es del otro. Su influencia sobre el poder en la república sanchista se retrata año tras año en unos presupuestos que dan para la mortaja del finado y poco más. Con todo, su mano izquierda es un prodigio de colocar acólitos en lo mollar de las instituciones: Diputación, Delegado del Gobierno y demás ventanillas, y de cerrar filas contra el enemigo, que no es naturalmente el PP, sino el alcalde León.
En el otro extremo, en nombre propio y representación de los críticos, aparece la figura menguada del aspirante Diego Moreno. Acude a la cita con algunos cardenales previos y el mal augurio de quien juega el papel de mártir propiciatorio. Parece que en su rincón leen algunos fragmentos del catecismo leonesista del padre Diez, pero lo hace con poca fe y en su boca se desgranan salmos difusos en los que no hay una verdadera fe. Tiene el aval de la Agrupación de León que son 1000 afiliados, pero en este combate no todos comulgan con su abad , y en los dos mil restantes apenas pesca. En el Bierzo, por ejemplo, Cendón es capo absoluto y ya ha dicho Courel que no les gusta que otros les digan lo que tienen que hacer. Resulta sorprendente esta declaración libertaria, porque otra cosa no, pero hábito adquirido y voto de obediencia va de suyo en el oficio de mandarín desde la noche de los tiempos. Pallá y pacá del Manzanal, según me han dicho.