Las condolencias
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Juan Miguel Alonso
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León
Es costumbre inveterada que tras el funeral, los deudos del difunto agradezcan en nota pública el acompañamiento y las atenciones recibidas en tal difícil momento. Así debería ser también en las manifa funerales como la celebrada el domingo en León.
En su lugar, nuestra Esther , se ha descolgado echando la culpa al muerto y a los allegados que han provocado ,agárrense los machos, que aquí “se empiezan a vivir cuestiones parecidas a lo que sucedió en Cataluña”. Se refiere claro al señalamiento, las amenazas y hasta la violencia que sufren los cargos pop en esta capital regia. Esta victimización, aliñada de miedos y falsedades, es un aviso para navegantes temblorosos. Ojo, que viene el coco nacionalista y en breve tendremos un Puchi del Torío pergeñando un golpe de estado en los pisos francos de Barrio Húmedo. El relato flojea más que las novelas de Ana Rosa pero el narrador sabe de sus lectores son analfabetos.
Puestos a hacer pupita en el asterisco legionario, debería copiar al ministro tuitero, que en apenas 24 horas presentó una inversión de 253 kilos para la nueva estación pucelana de tren. Oiga, respete usted el dolor de la familia, la cicatriz aun abierta en el pecho del león. Así no hay quien pase el duelo con dignidad.
Con todo, no estamos ante un problema funerario, sino de coherencia. Podremos salir 100 veces y llenar las calles, pero , si al votar, el 70 % de los votos siguen yendo a los causantes del drama, no habrá manera de avanzar hacia ningún lugar más habitable y sólo nos quedará el folclore de este entierro infinito.