Opinión

Toque a huebra

La Firma de Borja Barba

Toque a huebra

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Palencia

Hay una memorable escena en esa fábula del siglo XXI que es ‘Amélie’ en la que su adorable protagonista, Amélie Poulain, prepara una sorpresa a un desconocido, haciéndole llegar de manera anónima, y totalmente inesperada, una pequeña cajita metálica con todos los juguetes y tesoros infantiles que creía haber perdido para siempre siendo aún un niño. Es uno de los puntos álgidos de una película que nos dibuja una historia en la que la búsqueda permanente del bien alumbra la vida de cuantos personajes circulan por su metraje. Sin importar hacia quién ni de qué manera. Hacer el bien por el mero hecho de cumplir con ese deber de sentirse mejor con uno mismo, fortaleciendo además esos nudos emocionales que unen y cohesionan una comunidad. Tan esenciales, como invisibles para los ojos.

Con ese espíritu de búsqueda del bien colectivo y de beneficio para la comunidad, la Diputación de Palencia trató hace ya algunos años de recuperar una figura tradicional del ámbito rural de nuestra provincia, dándole un toque institucional como empujón necesario para no perder uno de nuestros rasgos identitarios. Se dio apoyo así, también económico en forma de subvenciones por concurrencia competitiva, a los trabajos a huebra.

La huebra, convocada tradicionalmente con su propio repique manual de campana, reúne a los vecinos de un determinado lugar en torno a un objetivo o interés común. Hablamos del arreglo de un camino vecinal, de la limpieza de un depósito de agua potable o de la restauración de un espacio verde. Pero también, al menos en su origen, la huebra era convocada para socorro de algún vecino concreto, que por impedimenta de edad o de posibilidades económicas no podía hacer frente a algún trabajo que sus propiedades requerían. La comunidad al rescate del individuo. Llegando más allá incluso de donde puede llegar la administración. Y de manera completamente altruista.

A uno, que ha participado con su particular esfuerzo en huebras tan variopintas como el desbroce de un cementerio devorado por el abandono o la reforestación de espacios degradados, le alegra comprobar que la huebra, o hacendera, continúa latiendo con fuerza en muchos de nuestros pueblos palentinos. Reafirmar la importancia del sentido colectivo en un entorno tan maltratado como el medio rural es primordial a la hora de hacer frente común frente a las embestidas de la marejada del menosprecio.

Apoyar la huebra supone salvaguardar parte de nuestro patrimonio inmaterial y hacerlo además de una manera activa. Y siento ponerme insistente con este asunto, pero si uno pretende sacar a flote su terruño, tiene que hacerlo apoyándose en aquello que lo distingue. En lo que lo hace único y especial frente a otros. Sea en un pequeño pueblo de Tierra de Campos o en un colorido apartamento de Montmartre.

 
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