Opinión

¡Ay el amor!

La Firma de Elisa Docio

¡Ay el amor!

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Palencia

Pasado mañana llegará el Día de San Valentín, patrón de los enamorados. Sobre el origen de esta celebración hay versiones para todos los gustos. La más prosaica, y posiblemente inventada por los tacaños, es la que asegura que lo inventaron los comerciantes para vender regalos en un mes de parón entre las navidades y la Pascua. Sin embargo, hay versiones mucho más mágicas, como aquella que dice que en la antigua Roma se celebraba la lupercal, consistía en que en una cueva sagrada se reunían los acólitos, el oficiante sacrificaba una cabra y los niños salían a la calle azotando a las mujeres con el pellejo del animal para que fueran fértiles. Hay que ver, por una razón o por otra, siempre atizando a las mujeres. Pero lo que parece más cierto es que en la Roma del siglo III, el emperador de turno prohibió a los jóvenes casarse para que se alistaran en el ejército, pero hubo un sacerdote rebelde llamado Valentín que les casaba a escondidas hasta que fue descubierto y ajusticiado. Bueno, quien sabe, por lo menos no es una explicación comercial.

Lo cierto es que el enamoramiento siempre ha ocupado y preocupado, hasta el punto de que los neurocientíficos, después de largas y cumplidas explicaciones sobre los efectos del aumento de las hormonas del placer que provocan palpitaciones alteradas, respiración entrecortada, palmas sudorosas y en poco tiempo que la piel se tense y se vea firme y elástica, toda una serie de delatores para que no se pueda ocultar, al final concluyen que el enamoramiento es una especie de trastorno mental transitorio que nos hace ver lo que queremos ver en el objeto amado, que la bizquera dura entre seis meses y un año y de pronto un día sale eso de, te han salido pecas en la espalda, pues resulta que las tengo desde que era pequeña. Y ya empieza otra fase o nada.

En ese primer impacto de euforia visionaria debía de encontrarse nuestra estimada paisana que hace pocos días denunció en comisaría haber sido víctima de la estafa del amor. Como si el amor romántico no fuera ya de por sí en buena parte una estafa, a esta buena palentina, además, la ceguera amorosa le abrió la cartera y fue soltando dádivas hasta completar 20.500 euros a un palabritas, presunto novio que a través de Instagram y entre declaraciones amorosas y lisonjas le iba contando sus momentáneos fracasos como empresario exportador internacional. ¡Madre mía, lo que hacen las endorfinas! Y es que las mariposas en el estómago se las saben todas y pueden hacernos perder la cabeza y la cartera.

 
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