Relojes locos
La Firma de Elisa Docio
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Relojes Locos. La Firma de Elisa Docio
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Palencia
Hoy les contaré una curiosidad. En el centro social municipal José María Fernández Nieto de la capital hacen cursos artesanales y artísticos, formativos, de salud, etc. (Hay para todos los gustos y se agradece, porque no olvidemos que somos una población tirando a madurita, pero con muchas ganas de salir de casa, dejar de mirar la tele y hacer cosas diferentes en compañía).
Comienzo. Medir el tiempo ha sido una obsesión ancestral para el ser humano. Tal vez influya que somos conscientes de nuestro final ineludible y queremos emplear bien lo que nos queda. Sea cual sea la razón no hemos parado de crear mecanismos de conteo. Los babilonios inventaron el reloj de agua basado en el tiempo que tardaba el líquido en pasar de un recipiente a otro. Luego, chinos y egipcios su reloj de sol. Otros utilizaron una vela con marcas para contar en cuanto tiempo se consumía. Después vinieron los de arena, los de cuerda, de péndulo, atómicos, de cuarzo, y en formatos de pared, de bolsillo, colgante, de pulsera o, sin reloj, rezando dos Padrenuestros para cocinar un huevo pasado por agua. Unos más precisos y otros a lo loco, todos ellos nos dan una referencia para destinar nuestro tiempo a trabajo, descanso, competiciones o para cocinar un pastel.
Pues bien, en el mencionado centro los relojes no funcionan. Así como lo oyen, no funciona ninguno. Pues cámbienles las pilas, dirán ustedes. Ya lo hemos hecho, responden. Hemos probado de todo. Todos los relojes del centro se van atrasando poco a poco hasta que se paran. Hemos traído nuestros relojes de casa para probar y ocurre lo mismo, dicen, cuando permanecen aquí un tiempo se atrasan poco a poco hasta que se paran. Ya lo hemos aceptado así. Habrá que llamar a Iker Jiménez, sugiero.
Las energías tienen tantos misterios y ahora se habla tanto de magnetismo, de física cuántica y de dimensiones paralelas, que quien sabe lo que está pasando por debajo del solar sobre el que se asienta el centro o por el aire que lo circunda. Es un enigma curioso que da lugar a exotéricas y paranormales conjeturas. Alguien debiera investigarlo, y que nos lo cuente, no sea que quienes ejercemos actividades allí se nos retrase la mente, quien sabe.