Opinión

¿Escuchan eso? Es el SILENCIO

La Firma de Borja Barba

¿Escuchan eso? Es el SILENCIO. La Firma de Borja Barba

¿Escuchan eso? Es el SILENCIO. La Firma de Borja Barba

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Palencia

Es el silencio en el que han quedado sumidos nuestros pueblos tras dos meses de fiesta, alegría y panceta sobre las brasas. Un silencio habitual. Un silencio casi endémico. Pero un silencio que contrasta con lo vivido en estas semanas de atrás.

El silencio viene de la mano de una luz especial. Porque la luz del atardecer de septiembre, fíjense, tiene un tono diferente. Es el último destello de una flor que se marchita. De un amor juvenil de verano sobre el que ya no se derramará una sola lágrima en cuanto se pise el Instituto para el nuevo curso. Es una luz que invita a pensar en aromas de despedidas, en ecos de promesas de pronto regreso. Que este año el Puente del Pilar cae muy bien, mirad a ver si podéis venir y así vemos a los niños.

Esa lumbre decadente del ocaso postveraniego acompaña al llanto mudo de todos esos pueblos que esperan pacientes a ser anegados por el silencio y la calma mortífera, que irrumpen como una corriente helada que se desliza por callejuelas y se cuela entre montones de adobes inertes impregnando de melancolía y decadencia todo lo que encuentra a su paso.

Es esta tierra nuestra una tierra de extremos estacionales y de contrastes radicales. Y no me refiero solo a esa climatología tan severa que nos castiga con diez meses de invierno y dos de infierno. La vida social en el rural palentino pasa con facilidad del todo a la nada. Del griterío, al silencio. De esa estampa tan veraniega de las bicicletas infantiles desordenadamente desparramadas por calles y plazas, a los chapones metálicos sobre las puertas y las contraventanas cerradas.

Vienen meses de hibernación para estos escenarios de aventuras estivales que son los pueblos. Tardes tristes y encogidas en las que bares y teleclubs tienen que cerrar sus puertas porque ya no hay nadie que se acode en sus barras con un quinto de cerveza y no resulta rentable mantenerlos abiertos.

Habrá quien celebre la tranquilidad. Y no les culpo. No es fácil convivir con aquello que altera lo cotidiano. Solo espero que sean capaces de mantener el pueblo con pulso. No vaya a ser que, cuando llegue el momento, no quede nadie para que les cierre los ojos cuando ya estén dormidos.

 
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