Opinión

El feminismo y la trampa de la diversidad

La Firma de Javier Gómez Caloca

"El feminismo y la trampa de la diversidad", la Firma de Javier Gómez Caloca

"El feminismo y la trampa de la diversidad", la Firma de Javier Gómez Caloca

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Palencia

Buenos días, el próximo miércoles es 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, que, hasta la Declaración de la Naciones Unidas de 1975 había llevado parejo el adjetivo Trabajadora.

El 8 de marzo de 1908 en la Fábrica textil Cotton de Nueva York el empresario cerró por fuera las puertas y provocó un incendio en el que perecieron 129 mujeres que durante una huelga se habían encerrado para reclamar los mismos derechos que sus compañeros, mismo salario para la misma tarea y la reducción de la jornada laboral. Hay, por ello, poco que celebrar y mucho que recordar y reivindicar.

El movimiento feminista ha sido, junto con el viejo movimiento obrero, el motor de los mayores avances sociales en los últimos dos siglos. Incluso en los últimos años ha cogido la locomotora de la movilización social.

Hoy, muy avanzada la igualdad de derechos, la igualdad legal, todavía está lejos la igualdad de hecho, la igualdad real.

Se mantiene todavía una brecha salarial por encima del 20%, que no es más que la traducción matemática de la desigualdad laboral existente, permanece el techo de cristal que impide, por ejemplo, que ocupando más del 70% de los puestos de la judicatura apenas tengan presencia en los altos tribunales, tienen muy poca presencia en los llamados estudios STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) que, en la era de la inteligencia artificial que ya está aquí, abren el paso a los puestos de trabajo con los salarios más altos y son los que menos van a sufrir la sustitución del humano por la máquina. O, por último, unas políticas de conciliación en exceso femenizadas que acaban por mantener sobre las espaldas y el trayecto laboral de las mujeres la atención a los menores y padres en edad avanzada, impidiendo así una carrera laboral en igualdad de condiciones.

Hoy, con la llegada de la ultraderecha a los gobiernos, empezando por Castilla y León, avanzadilla de lo que puede suceder en este año electoral, cuestiones que el feminismo y la sociedad daba por consolidadas como las políticas de igualdad, las medidas de discriminación positiva sin las que ningún avance en la consecución de la igualdad se hubiera conseguido, o el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo están puestas en cuestión. Se limitan por la vía de los hechos o, directamente, se niegan, como la violencia de género, o se plantea su eliminación futura.

El peligro de retroceso, después de avances costosos pero constantes, ya es un hecho y, en mi opinión, coge al movimiento feminista en un momento de fuerte división interna que, si no reaccionan colectivamente, amenaza con llevarse por delante logros y movimiento como colectivo transformador.

Las políticas de identidad en la búsqueda continua de una mejor representación del particularismo dentro del feminismo son respetables, pero también tienen un alto riesgo de echar a otros de su lado colectivo.

Cabe preguntarse si en los últimos años, las manifestaciones del 8M separadas o la tramitación de la Ley Trans son un ejemplo, el movimiento feminista no ha entrado en la llamada trampa de la diversidad que, ofreciéndonos un sentimiento de estar cada vez mejor representados, cada uno con su letra, con su bandera, con su activista especializado, con su exquisitez individualista, con su pequeña especificidad, nos hace incapaces de avanzar en soluciones conjuntas o parar ataques a los pilares del feminismo. Yo creo que sí ha caído en la trampa de la diversidad.

El momento actual, con el feminismo atacado como nunca en los últimos años, exige planteamientos de mínimo común múltiplo y no de máximo común divisor, sumar y no restar ni dividir. Seguir avanzando exige dos cosas: una básica unidad interna y extender las alianzas entre el otro sexo, entre los hombres lo que, a veces,

escuchando algunos manifiestos frente a asesinatos de género no reconozco.

El miércoles, el 8 de marzo, el 9, el 10, volvamos a la unidad, salgamos de la trampa de la diversidad, recordemos el sacrificio de Pardo Bazán, de Clara Campoamor, de Victoria Kent, de las primeras sufragistas y de las pro abortisatas de los 70 y 80, de tantas otras.

Nos vemos, juntas y juntos el 8.

 
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