Estrenar la vida

Aranda de Duero

Los castaños de las orillas del río han explotado vistiendo sus mejores ropas, abrigos de pieles blancas hechos de flores, mientras se dedican a amurallarlo y encubren a la catedral. El paisaje parece haberse formado a base de borratajos de color verde, el Sol de la infancia de Machado coloreándonos de nuevo y una multitud que deja de conformarse por actores secundarios de la ciudad, invade la escena.

Se nos talla el característico aroma del verano en la piel en incontables pecas, a la par que descontamos los días para desalojar a la primavera del calendario, con los grados del termómetro como argumento principal, al mismo tiempo que se amontona una pila de ganas a punto de ser saciadas.

Sin embargo, esta primavera es más especial que las coleccionadas previamente, ahora que nos han devuelto una normalidad más parecida la que conocíamos, cada uno de nosotros, independientemente de la edad, trozo del mapa ocupado o tamaño de sombra, hemos regresado al puesto de aprendiz para recuperar del olvido las cosas más pequeñas de la vida a la que pertenecíamos y todo parece hecho por primera vez, inaugurando una nueva etapa.

Ahora que casi ningún lugar es tapiado por las mascarillas, hemos dejado de enmascararnos, recuperando una parte de nosotros. Regresan los perfumes retenidos por las aduanas de las mascarillas, como el olor de las librerías, las iglesias o las floristerías, al compás de la expresión y la sonrisa, raptadas por la misma pieza que hizo de muro contra la covid.

Los planes no se achantan ante cuarentenas que se abalanzan con la precisión del susto, en un presente en el que han expirado los calendarios con retenciones. Los relojes se completaron hace un año aproximadamente, tras muchas noches rebajadas a la mitad de la mitad y experiencias perdidas sin un baúl de objetos perdidos donde reclamarlas. Por suerte, hoy exprimimos las que tenemos el doble, en una reinvención de las matemáticas donde imperaron las restas y las divisiones sobre las sumas y un montón de tablas y estadísticas de olas que ahora nadan solamente en el mar.

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No obstante, estamos reviviendo, pero con el miedo intermitente y en la mayoría de casos espantado para dejar sitio al respeto, sin abandonar lo aprendido en esta normalidad de la que no éramos originarios. Se puede proclamar un fin tan cercano que nos roza con un sol que siempre brilló para iluminarnos el final del túnel, ya que hoy tenemos todo lo que en su día echamos de menos, mientras volvemos a estrenar la vida.