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¿Ñoñeces? No, gracias

La firma de opinión del catedrático de la Universidad de Castilla-La Mancha y director del Jardín Botánico de Castilla-La Mancha, Pablo Ferrandis

'¿Ñoñeces? No, gracias', la firma de Pablo Ferrandis

'¿Ñoñeces? No, gracias', la firma de Pablo Ferrandis

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Albacete

La sociedad española, como el resto de las sociedades avanzadas, vive desconectada de la naturaleza. Estudios recientes estiman que el individuo medio en los países desarrollados pasa más del 90% de su tiempo en entornos edificados: despachos, calles pavimentadas que recorren las entrañas de grandes núcleos urbanos, vías de asfalto interminables, superficies comerciales, bares y restaurantes, o la vivienda, forman el ambiente alicatado en el que la mayoría desarrollamos nuestro quehacer cotidiano. Definitivamente, la sociedad le ha dado la espalda al campo. Esta desconexión es extraña y muy reciente, si se mira con la perspectiva histórica de nuestra especie, nacida en África occidental hace unos 300 mil años. Hasta hace tres generaciones -la de mis bisabuelos- la humanidad convivía con la naturaleza. Los nómadas paleolíticos cazaban y recolectaban directamente de los ecosistemas. Después llegaron la agricultura y ganadería, las del sustento, que laboraron de sol a sol nuestros ancestros durante milenios, en estrecho contacto también con plantas y animales. No hace más de cien años, España toda, como el resto del mundo, era eminentemente rural. No se trata de idealizar aquellos modos de vida, duros y sacrificados. De hecho, nuestra sociedad ha alcanzado un nivel medio de bienestar material nunca visto en la historia, superior incluso -piénsenlo- al que gozaron los mismísimos Isabel y Fernando de Castilla. Pero lo cierto es que esta comodidad pavimentada ha distorsionado, y no poco, nuestra visión de la naturaleza.

Así, resulta que ahora, más que nunca, tendemos a juzgar a las especies silvestres con los valores morales de la conciencia humana. El león es cruel porque mata y devora a la grácil gacela; la hiena es un ser despreciable y mezquino, pues se alimenta de carroña; La mantis, una amante despiadada; El cardo, la agresividad hecha planta. Pero, ¿acaso la gacela no mata y devora la hierba?; La hiena, ¿no juega un papel relevante en el reciclado de la materia orgánica muerta?; La mantis ¿no contribuye a mantener a raya a otros insectos, foco de plagas?; El cardo, ¿no es fuente de semillas que sirven de alimento a las aves del campo?

El antropólogo José Luis Arsuaga dice que en la naturaleza no hay vejez ni decrepitud, solo plenitud o muerte. Y así es. Para sobrevivir en los campos, a sus heladas y sequías, a los depredadores y competidores, a las tormentas o mareas, hay que estar en plena forma. Los animales -y también las plantas, a su manera- son atletas consumados. De otra forma, sucumben. Este es el principio fundamental de la selección natural darwiniana que impulsa la evolución de las especies: la supervivencia del más apto. Nos puede parecer despiadado. Sin embargo, la naturaleza no es cruel ni bondadosa, ni altruista ni egoísta. La naturaleza es, sencillamente, impasible.

Todas las criaturas, incluso aquellas que parezcan a nuestros ojos crueles, mezquinas o de aspecto temible, son producto de la selección natural y merecen nuestro respeto, por tratarse, muchas veces, de seres con capacidad sufriente o, al menos, por las funciones que desempeñan en los ecosistemas, necesarias para que disfrutemos de una naturaleza sana y de sus beneficios. Huyamos de la visión ñoña y humanizada de las especies, pues esto nos da licencia para erigirnos en jueces caprichosos al antojo de nuestras preferencias, siempre subjetivas. Nuestro código ético es válido solo para nosotros, los humanos conscientes. Apliquémoslo, pues, solo a nuestra especie. Es necesario para materializar nuestra avanzada capacidad de empatía y, en definitiva, para convivir. Pero con la naturaleza, dejémonos de ñoñeces. Esto nos permitirá comprenderla y relacionarnos mucho mejor con ella.

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Hoy por Hoy Albacete (28/02/2025)

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Pablo Ferrandis

Pablo Ferrandis

Pablo Ferrandis Gotor (Albacete, 1966) es Catedrático en la Universidad de Castilla-La Mancha. Licenciado...

 

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