Todo queda
No sé a dónde van los escritores cuando mueren, pero me gusta pensar que hay un sitio especial para los que lo hacen angustiados y lejos de su casa
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La mirada de Toledo: Todo queda (25/02/2025)
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Toledo
Buenos días, Carlos. Buenos días, oyentes.
No sé a dónde van los escritores cuando mueren, pero me gusta pensar que hay un sitio especial para los que lo hacen angustiados y lejos de su casa.
Antonio Machado y Stefan Zweig no se conocieron; es posible que ni tan siquiera supieran el uno del otro, pero se hubieran caído bien y estoy convencido que habrían compartido larguísimas tertulias en torno a un café tratando de entender por qué aquel mundo convulso de los años 30 del pasado siglo avocaba al totalitarismo, la guerra y el sufrimiento que los dos llegaron a padecer y que sumió el final de sus días en una tristeza que acabó con sus vidas.
Uno, Machado, cruzaba a pie junto a su madre la frontera francesa en enero de 1939 huyendo de la guerra y la persecución de los sublevados, ya casi vencedores, y sabedor que sus poemas, sus discursos y sus ideas le llevarían a cualquier paredón o a una oscura cuneta.
El otro, Zweig, emigró a Brasil en 1941 huyendo del nazismo que había invadido su Austria natal. Su posicionamiento contra los nacionalismos desde 1920, sus ensayos y análisis históricos críticos y un certificado que lo definía como “no ario”, le condenaban a una pena que ni siquiera podía imaginar.
Ambos transitaron por el agitado cambio de siglo conscientes de las consecuencias de los totalitarismos y trataron de advertir de sus peligros empuñando las letras, el pensamiento y la poesía.
Ambos, advirtieron con claridad la llegada del fascismo aún cuando se escondiera detrás de promesas, populismos, uniformes o sotanas. Y ambos, terminaron sus días sumergidos en la más gris de las tristezas, lejos, muy lejos de su patria y con la desazón de que todo iba a peor.
Machado murió de neumonía, tristeza y nostalgia en Colliure (Francia) el 22 de febrero de 1939, lejos de aquellos “mundos sutiles, ingrávidos y gentiles” que tanto amaba.
Zweig, creyendo que el nazismo se haría dueño del mundo e incapaz de imaginar un futuro así, se quitó la vida junto a su esposa en Petrópolis (Brasil) en 1942, también un 22 de febrero.
No sé, les decía, a dónde van los escritores cuando mueren, pero estoy seguro que ellos, Machado y Zweig, compartirán largos paseos allá donde lucen “esos días azules y ese sol de la infancia”.
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Javier Mateo
Educador social y exconcejal del Ayuntamiento de Toledo.