Opinión

Malas hierbas para la lírica

La firma de opinión del profesor y catedrático de la UCLM y director del Jardín Botánico de Castilla-La Mancha, Pablo Ferrandis

'Malas hierbas para la lírica', la firma de Pablo Ferrandis

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Albacete

Hace años, ordenando los libros de mi despacho en la universidad, encontré un tratado de malherbología en cuya primera página de cortesía, algún estudiante había escrito con caligrafía elegante y tinta azul la siguiente frase: “Malas hierbas para la lírica”. En fin, divertimentos de la inconsciente juventud. Los que tenemos cierta edad podemos identificar con certeza la canción a la que hace referencia. Es un tema del grupo gallego Golpes Bajos, una banda fantástica de los años 80, cuya factura musical estaba impregnada, me atrevería a decir, de cierto realismo mágico, corriente artística cultivada con mucho éxito en aquella tierra. Intuyo que esta tradición imaginativa enraíza, de alguna manera, en el halo mágico y misterioso que rodea a la densa foresta de Galicia. Ya se sabe: la naturaleza forja el carácter de los pueblos. Además de los “Malos tiempos para la lírica”, suyos fueron los temas de “Colecciono moscas”, “A Santa Compaña”, o “Cena recalentada”, mi tema favorito, por narrar un amor adolescente con el que me sentía identificado.

La malherbología es la rama de la botánica que estudia las malas hierbas. Este término, el de las “malas hierbas”, no me gusta nada. Intrínsecamente, las hierbas no son ni buenas ni malas. Lo mismo dice un buen amigo mío, erudito de los hongos: no son buenas las setas comestibles y malas el resto. Todo depende del crisol con que se mire. Un ejemplo: la popular colleja compite con el trigo en el sembrado, sí, pero, tierna, es ingrediente de una de las mejores tortillas que se pueda saborear en nuestra tierra. Hay más “malas hierbas” comestibles, como la oruga, la romanza o el lizón; las hay cuyas semillas nos dan aceite, como el cardo mariano, y por supuesto, las medicinales, como la hierba de San Juan, el té de campo o la mismísima amapola. ¿En qué quedamos, entonces? ¿Son buenas o malas? Por eso prefiero el término de “hierbas arvenses”, o sea, las que son capaces de prosperar en los campos de cultivo, sin juicio de valor alguno sobre su ecología y efectos.

Las hierbas arvenses son, por lo general, plantas anuales, que prosperan en campos alterados. Las llamamos anuales porque completan su vida en menos de lo que dura un año. La mayoría germinan en el de invierno y florecen y dispersan sus semillas en primavera-verano, para entonces agostarse y morir. Diríase que tienen prisa por vivir, pues habitan ambientes inestables. A la que menos se lo esperan, llega el arado para destruirlo todo. Eso sí, producen muchísimas semillas, que volverán a intentar la aventura en cuanto las condiciones lo permitan. Esta forma de vida no es exclusiva, ni mucho menos, de las plantas arvenses. Hay muchos organismos adaptados también a prosperar en ambientes efímeros, que viven igual de rápido: los insectos, como mosquitos y moscas -que viven unas 3 o 4 semanas a lo sumo-, los nematodos del suelo, o el krill sobre el que pastan las grandes ballenas, por citar algunos ejemplos. Todos ellos, al igual que las arvenses, dejan gran descendencia, a la que no cuidan. Frente a este grupo del “vive rápido”, o del “lo quiero todo pronto, que no hay tiempo y que cada uno se busque la vida”, están los de la estrategia de la paciencia, los de “la prisa mata, amigo”, que crecen lentamente, son longevos y tienen poca descendencia, a la que cuidarán con esmero para asegurar su supervivencia. Ahí estamos, por citar algún ejemplo ilustrativo, las ballenas, el elefante o los humanos.

De estas dos estrategias, no hay una mejor que la otra. Y menos aún, desde un punto de vista ético, pues, obviamente, hierbas, mosquitos y elefante son ajenos a valores morales. Se trata, simplemente, de distintas maneras de vivir, que funcionan bien según la historia y las condiciones que le tocan a cada criatura. De hecho, desde un punto de vista poético, la vida de las “malas hierbas”, esa carrera veloz contra el tiempo y hacia el agostamiento, culminada en una bella ofrenda floral, no deja de encerrar cierto lirismo existencial. El muchacho o la muchacha que hizo referencia al tema de Golpes Bajos en la página del tratado de malherbología no era consciente de que, en su broma, estaba escribiendo cierta verdad.

Atentamente les saluda, Pablo de Passo.

'Malas hierbas para la lírica', la firma de Pablo Ferrandis

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Pablo Ferrandis

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Pablo Ferrandis Gotor (Albacete, 1966) es Catedrático en la Universidad de Castilla-La Mancha. Licenciado...

 
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