La Navidad de antaño

Talavera de la Reina

Antaño, en Talavera, el día de Nochebuena, no había cañas como ahora, la animación la ponían los quintos que pedían el aguinaldo muy trajeados, desde bien temprano y hasta la madrugada, por las calles de la ciudad armados de panderetas, almireces, zambombas, botellas de anís y panderos y cantando villancicos de originales estrofas petitorias.

En las casas los recibían con algarabía y les daban vino embocado, copas de anís y de coñac, vasos de carraspada, dulces y algún que otro chorizo de la matanza, aún tierno. Cada vez que se cruzaban con el bueno de Maraga, guardia municipal de los años sesenta, subían los decibelios del estruendo y coreaban:

En el Portal de Belén / llora que te llora el Niño, / esta noche entró Maraga / “pa” llevarlo al cuartelillo. /

Y Maraga amonestaba condescendiente sin que la sangre llegara al río:

- ¡Andar a dormirla perillanes! ¡Que me vais a dar que sentir! Que a quien “sus” voy a llevar al cuartelillo es a “vusotros”.

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Y con vivas a Maraga se iban Corredera abajo…

Había un respiro de calma chicha hasta Nochevieja. Después de cenar un enorme gentío se iba reuniendo en la Plaza del Reloj para comer las doce uvas de la suerte al ritmo de las campanadas del viejo reloj. Cumplido el rito, besos, abrazos y brindis -más sidra que champan-, unos se lanzaban a recorrer las calles: grupos de rondadores con sus instrumentos a cuestas que daban la murga hasta que clareaba el día, otros iban a los bailes: los más encopetados y de tiros largos en el Centro de Amigos, el Círculo de Labradores, la Cafetería Autobuses, el Club Taurino y el Coliseum que contaban con grupo músico- vocal, cotillón y tentempié y los más populares en el Blanco y Negro y en el Salón Pensamiento con tocadiscos.