Noches de pachanga y de ilusión : Sarao, nos debes una última farra
En "Bares, qué lugares" recordamos la década prodigiosa del Sarao, la mítica discoteca por la que todo Puertollano pasó a finales del siglo pasado antes de quedar arrasada por un incendio un día que estaba cerrada
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Historia viva del Sarao: sus camareros
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Puertollano
La del Sarao fue una historia maravillosa que terminó de la peor manera. Demasiado pronto.
Y cuando estaba en su mejor momento
Joven, rebosante de clientes, optimista, ecléctica e integradora. Una máquina de diversión y de hacer dinero. El cadáver más bello de la noche de Puertollano. Uno que han recordado, porque lo vivieron, Jesús Caballero, que antes de ser concejal y aún durante siempre ha sido Chinín, y Carlos Lanza. Y lo han hecho, por supuesto, en "Bares, qué lugares" de SER Puertollano
Bares, qué lugares/ El Sarao
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Porque Sarao no cerró sus puertas por agotamiento, como tantas otras salas, ni cambió de nombre ni de dueños ni de espíritu. Sarao cerró sus puertas porque una noche un incendio sin llamas, sin víctimas y sin culpables se desató en su interior. Un 28 de diciembre. Una maldita broma del destino
A tres días de celebrar el cotillón de Nochevieja, con absolutamente todas las entradas vendidas. Cerró porque no quedaba más remedio y cuando se encontraba en lo más alto
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El Sarao, después del incendio en su interior
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El Sarao, después del incendio en su interior
Y miren que Sarao, al menos al principio, no lo tuvo fácil. La noche de los noventa en Puertollano alistaba a sus moradores en bandos bien diferenciados. Estaban los de Quinta, por un lado, y enfrente los del Punto. Que muchas veces eran los mismos. Estaban los heavys del Trys, y la intelectualidad canalla de Luna y Bohemios. Estaban los pijos del Torero y los que desfasaban en Zona, en Akí o en K.O. Estaba el rollo chupitero y escogido de Almacén, y justo enfrente, el del Laboratorio. Y aún no se habían ido La Oca, ni Voltio, ni Mondino. Roles claros, tribús bien repartidas, música definida. Cada cosa en cada sitio, aunque luego los capos de la noche fueran socios en más de un garito. En Sarao, Diego, Moncho el "Porri", Vicente y "El Pincha". Historia viva de la madrugada
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Sarao: cómo hemos cambiado
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Sarao: cómo hemos cambiado
Y llegó Sarao, con su mezcla improbable. Abría a las ocho de la tarde, y enseguida se ponía a reventar , con los más jóvenes poniéndolo todo perdido de entusiasmo. A medianoche llegaba el cambio de guardia, con una clientela nueva. Muchos dueños de bares, público adulto, paladares entendidos. Y otra vez otros jóvenes, estos ya con más de dieciocho, casi todos en grupo, compartiendo litros de cerveza, calimocho, agua agria y ron-cola, cada uno bebiendo de la pajita de todos los demás y mirando a tod@s l@s camarer@s. Porque había que verl@s
Y esa mezcla feliz y sin prejuicios ni conflictos también entraba por las orejas, con mucho pop español y mucho tema de moda, muchos Rodríguez, mucho Canto del Loco y mucho Andy y Lucas, con el ritmo espídico de Blade y la percusión efímera de Safri Duo. Y muchos niños bien y mucha chica guapa, y muchos que no éramos ni lo uno ni lo otro conviviendo sin pisotones en una sala amplia pero de techo bajo. Sarao era el sitio donde no te pedían el carné de nada, siempre que tuvieras más de 16. Sarao era casa, no tenía complejos y era fiesta. Un espacio de consenso para que se encontrasen los distintos. Un puente, no una trinchera
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Jesús Caballero y Carlos Lanza, en los estudios de la SER / Mario Carrero
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Jesús Caballero y Carlos Lanza, en los estudios de la SER / Mario Carrero
Y duró hasta la noche del Día de los Inocentes del año 2007. Maldita sea, cómo te echamos de menos. Siempre se van los mejores. Sarao, nos debes una última farra
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Mario Carrero
Es filólogo hispánico por la UCLM y licenciado en Periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid....