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El emotivo testimonio del cántabro Gustavo Gutiérrez al verse sorprendido por el terremoto en Marrakech

La delegación de Cantabria del Geoparque Costa Quebrada, testigo de primera mano del terremoto de Marruecos

La delegación de Cantabria del Geoparque Costa Quebrada, testigo de primera mano del terremoto de Marruecos

La delegación de Cantabria del Geoparque Costa Quebrada, testigo de primera mano del terremoto de Marruecos

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Santander

La delegación, compuesta por Gustavo Gutiérrez y Javier Álvaro, director estratégico y responsable de educación del Geoparque Costa Quebrada, respectivamente, se encontraba en la ciudad de Marrakech asistiendo a la 10ª Conferencia Internacional de la Red Mundial de Geoparques UNESCO, junto a representantes de cerca de 200 geoparques y aspirantes de todo el globo. El terremoto, con epicentro a unos 70 km al suroeste de la ciudad, se hizo notar con intensidad en las calles de Marrakech, que a esa hora estaban aún llenas de gente.

“Nosotros caminábamos por una plaza a escasos metros de nuestro Riad, a donde nos dirigíamos a dormir. Antes de sentir el temblor vimos salir corriendo en todas direcciones a las numerosas personas que hasta ese momento se encontraban charlando tranquilamente sentadas en la plaza. Comenzaron los gritos y los llantos de los niños mientras un sonido muy profundo se te metía en los huesos. Como la gente miraba al cielo y huía en pánico, al principio pensamos que se trataba de algún tipo de ataque aéreo, porque la idea de un terremoto en ese lugar ni se nos pasó por la cabeza. Entonces comenzaron los primeros colapsos. Parte de una fachada a nuestra espalda cayó, y la gente salió corriendo en la dirección contraria, arrastrándonos", relata Gutiérrez.

"En ese momento, el techo de madera de una portalada de descolgó de la fachada frente a nosotros y el gentío salió en todas direcciones, separándonos. El sonido de los llantos de los niños y los gritos desesperados de las mujeres tratando de reunir a sus familias se hizo ensordecedor mientras se iba apagando el estruendo del temblor. En unos minutos Javier y yo nos reencontramos totalmente desorientados. De las callejas que llegaban a la plaza comenzaron a salir personas de todas las edades cubiertas de polvo. Afortunadamente no vimos heridos hasta algunas horas más tarde. El pánico inicial fue transformándose en estado de shock, aunque algunas personas deambulaban clamando que se trataba del fin del mundo".

"Asustados por la posibilidad de aplastamientos por un nuevo ataque de pánico, esta vez con centenares de personas en la plaza, nos dirigimos hacia la calleja que conducía al Riad, pero un niño de unos 10 años cubierto de polvo, que dirigía con determinación por la calle a sus abuelos y hermanos, nos agarró de las manos y mirándonos con los ojos llenos de lágrimas nos rogó que volviéramos al espacio abierto. Seguramente nos salvó la vida. De vuelta a la plaza nos encontramos con compañeros de un geoparque holandés que habían salido de su alojamiento al sentir el temblor. Ellos tenían conexión a internet y acceso casi instantáneo a información actualizada y nos comunicaron que el terremoto había tenido escala 6,8".

"Allí pasamos las siguientes horas durante las cuales hubo una réplica de escala 4 que nosotros no notamos. En la plaza se sucedían las escenas de solidaridad y cariño, y de emoción colectiva cada vez que aparecía un nuevo grupo de personas desde las callejas", añade el director estratégico del Geoparque Costa Quebrada.

"Al cabo de unas horas algunas personas comenzaron a volver a sus casas a buscar mantas, agua y otras cosas útiles. Nosotros nos aventuramos a volver poco a poco hacia nuestro Riad para recoger pasaportes y otras cosas necesarias. Analizamos los riesgos de nuevas caídas de ladrillos y cascotes, y nos fijamos en las señales de deterioro estructural en los edificios. La parte superior de una fachada había colapsado, pero aparte de eso los cristales no se habían roto y no había grietas importantes, por lo que la zona parecía segura. Salvo las cornisas de algunos edificios más anticuados y algún cascote suelto, el camino al Riad parecía seguro. Corrimos por el callejón hasta el alojamiento, entramos y sacamos las cosas imprescindibles, además de una gran garrafa de agua de la nevera, saliendo a la carrera de nuevo hasta alcanzar la plaza".

"Decidimos entonces caminar a través de las calles más anchas hasta la sede de la conferencia, ya que seguramente algunos compañeros estarían allí. Atravesamos las calles de la kashba y no vimos daños más allá de cornisas y balcones caídos, y fachadas con grandes desconchones. Al llegar a la muralla para salir de la ciudad antigua sí que observamos grandes grietas y torres con signos de colapso, y algunos derrumbes importantes. En todas las zonas abiertas se encontraban las familias dispuestas a pasar la noche. Nosotros la pasamos en el exterior de la sede de la conferencia junto a unas 10 personas, entre ellas dos delegadas del Geoparque Mundial de Mixteca Alta, con mucha experiencia en temblores.”

"Desde el momento en que se produjo el temblor, la Red Mundial de Geoparques y el Geoparque Mundial UNESCO de M’Goun, anfitrión de la conferencia, pusieron en marcha un comité de crisis con el fin de gestionar la situación y dar directrices a las más de mil quinientas personas que asistían a la conferencia. Contactaron a lo largo de la noche con las delegaciones nacionales para comprobar que todo el mundo se encontraba bien, y convocaron a todos los participantes a la mañana siguiente".

“Nosotros estuvimos en contacto permanente con nuestros compañeros de los geoparques españoles, y todos sabíamos en qué lugar se encontraban los demás”. Por la mañana el comité de crisis adoptó y comunicó una serie de decisiones, explicando con claridad con la ayuda de los numerosos expertos en terremotos de todo el mundo que se encontraban entre los asistentes los siguientes pasos. Una de estas decisiones fue la de organizar una donación masiva de sangre entre los asistentes a la conferencia, lo que, con mucho éxito, tuvo lugar en la tarde del sábado.

“Una vez superado el pánico y el estado de shock, volvimos a entrar en la ciudad y pudimos comprobar que los daños no parecían de gran magnitud. Sabíamos que en las zonas rurales más próximas al epicentro la situación era muy diferente, totalmente catastrófica, como se ha comprobado.

Gustavo al igual que Javier regresó a Santander en el primer vuelo que llegaba al Seve Ballesteros, después de este desastre natural a ultima hora del pasado domingo, un avión en el que reinaba el silencio, casi meditando sobre una experiencia que seguramente, ninguno de los pasajeros olvidará.

 
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