Sobre el rearme
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El enfoque de Francisco Pomares:
En la política de hoy, es menos importante lo que se hace, que cómo se llama. Puedes aumentar el gasto militar, invertir en tanques y cazas, firmar cheques con muchos ceros para alimentar la industria de defensa… siempre que a hacer eso no lo llames “rearme”. Porque suena mal, suena a guerra, a cañones, a esas cosas que los gobiernos progresistas prefieren imaginar que no existen. Y de eso va precisamente la última cómica ocurrencia del gobierno sanchista, esta vez en Bruselas: don Sánchez no quiere que Europa se rearme, o al menos no que se diga que eso es exactamente lo que vamos a hacer.
A don Pedro siempre le ha gustado la neolenguaorwelliana. Es un experto en camuflar los hechos con descripciones pintureras. Alguien capaz de defender que una cosa es mentir y otra muy diferente cambiar de opinión, aunque en la práctica el cambio de opinión consista en hacer lo que se dijo que no se haría nunca. Sánchez aterrizó por la cumbre europea dispuesto a ejercer de guardián de la semántica. “El término ‘rearme’ no me gusta en absoluto”, sentenció, muy serio. Y es que –según él- el problema del plan de la Comisión Europea no es que se destinen 800.000 kilos a reforzar la defensa del continente (que incluye blindados, drones y todo lo que uno esperaría en un escenario de rearme clásico). No. El problema es que lo han llamado ReARM Europe, y eso tiene un tufillo belicista incompatible con la sensibilidad del mundo Bambi y progresista. Todo sería más sencillo, si en lugar de definir el rearme como rearme, lo llamáramos, pongamos, Protect Europe o Cuddles for Europe, o Cosi fan tutte. Con un nombre menos obvio, la cosa habría sido más asumible para los socios de Sumar y Podemos. Sánchez vende la marca de la casa como un asunto de matiz, un malabarismo verbal para convencer a los suyos de que invertir en defensa es, en el fondo, algo muy diferente a invertir en defensa.