Sobre los 18 meses de negociaciones
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El enfoque de Francisco Pomares
Han tenido que pasar 18 meses, miles de menores desbordando el sistema de acogida canario y un sinfín de discursos huecos para que el Estado reaccione. La modificación del artículo 35 de la Ley de Extranjería, aprobada el martes vía decreto-ley, no es un ejemplo de buena política. Es, más bien, la prueba de cómo PSOE y PP han supeditado a su guerra partidista cualquier intento serio de respuesta a la crisis migratoria. Solo cuando el bloqueo ya era insostenible, han decidido mover ficha. Tarde. Y mal.
Pero la dificultad del acuerdo no se explica solo por el enfrentamiento ritual entre los dos grandes partidos. El chantaje de Vox al PP en las comunidades donde gobiernan juntos ha sido determinante para un cambio de criterio desolador: la negativa de Castilla-León y de Aragón a participar en el reparto de los menores, el reciente rechazo de la Comunidad Valenciana a la acogida de niños migrantes, después de que Vox se opusiera frontalmente en Les Corts y exigiera “mano dura” frente a la inmigración, o la amenaza de Ayuso de iniciar la rebelión de los barones autonómicos del PP contra la legalidad... Esta es la foto: Al final, El PP ha preferido someterse al discurso xenófobo de sus socios.
En fin, Canarias ha apostado por la unidad y ha ganado tiempo y algo de oxígeno. Pero la experiencia de estos meses es demoledora: hemos tenido que demostrar que el reparto de los menores migrantes no es una concesión ni un favor, sino una obligación del Estado. Y lo que ha pasado hasta ahora es la demostración de que la buena política sigue siendo rehén de la bronca partidista y la cobardía. Y que nadie se engañe: lo aprobado es solo el principio. Queda mucho por recorrer para que el reparto se materialice. Las palabras del ministro Torres pidiendo que no se aplique el decreto hasta que sea convalidado, resultan francamente sospechosas. Y habrá que ver qué comunidades cumplen y cuáles se resisten al reparto. Y si los recursos prometidos llegan. Y sobre todo, habrá que ver si las palabras grandilocuentes de estos días se traducen finalmente en hechos.