Opinión

Sobre la visita a Mauritania

El enfoque de Francisco Pomares

02:04

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Medio millón de inmigrantes ilegales malviven en Nuakchot, la ciudad a la que hoy llega Fernando Clavijo, en la tercera visita oficial de un presidente del Gobierno de Canarias a la capital de Mauritania. Una ciudad que ha multiplicado por cinco su población en este siglo, y que sigue atrayendo todos los años a decenas de miles de personas. Una ciudad marcada por el tráfico del Sahel hacia la puerta atlántica de Europa, Canarias, y a la que llegan oleadas de migrantes de Senegal, Mali, Burkina Faso, Níger y Chad, subsaharianos de Senegal, Gambia, Costa de Marfil y Camerún, o gentes que eligen la ruta del desierto desde lugares tan lejanos como Pakistán, Siria, Bangladesh y la India. Mauritania, que dio a Roma dos emperadores, es ya el nuevo tapón de Occidente: más de un millón de irregulares esperan para alcanzar Europa, atrincherados cerca de las costas de Nuadibú, 500 kilómetros al norte de la capital. Muchos contactan con las mafias, embarcan y logran dar el salto. Algunos pierden la vida en el intento.

Es cierto que Mauritania no colabora con las mafias. Aprobó una durísima ley para luchar contra el tráfico humano, y su legislación de residencia prohíbe la entrada al país durante diez años a cualquiera que haya sido previamente detenido. Pero eso no ha impedido que millón y medio de migrantes vivan a la espera y en pésimas condiciones por todo el país. Un país que alberga en su frontera con Mali un campamento de la ONU con 170.000 refugiados malienses que huyen de la guerra civil. Eso sí es presión: ¿puede alguien imaginar la llegada a España en un par de años de quince millones de inmigrantes irregulares? ¿O tener que atender a dos millones de refugiados? Pues esa es –en proporción- la situación que van a conocer Clavijo y su enorme comitiva. Una ciudad con medio millón de irregulares a los que la gente atribuye el tráfico de drogas, aturdida ante la inminencia de una crisis que amenaza ya la convivencia en el país, que está provocando conflictos raciales y asonadas, y sin recursos para hacer frente a la que les ha tocado. ¿Con qué proyectos, ayudas, negocios… vamos a compensarles por recoger de nuevo los que vinieron de allí? ¿Es posible pedirle A Mauritania que colabore más de lo que ya hacen? No lo creo.

 
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