Las últimas horas de Casa la Húngara, el templo del sexo clandestino en Tenerife
El creador de Ratatour explica en Hoy por Hoy Tajaraste cómo recorrió las habitaciones del famoso motel 'de tapadillo' antes de que fuera demolido
Puchi Méndez charla con Ricardo (Ratatour) sobre el final del mítico Casa la Húngara
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Santa Cruz de Tenerife
Es casi imposible ser chicharrero sin haber oído hablar, aunque sea una vez, de Casa de la Húngara. Nadie había ido nunca; nadie sabía dónde estaba... pero era un lugar mítico. Posiblemente, el lugar más nombrado de toda Santa Cruz de Tenerife. Casa la Húngara era sinónimo de sexo. Y además, de sexo clandestino. Cientos de parejas que no estaban casadas acudían a consumar su pasión entre sus paredes. Podían ser prostitutas o amantes de hombres casados, pero lo que tenían en común las mujeres que entraban y salían de sus habitaciones era que no querían ser vistas; algo muy común en la época de apogeo del local, en torno a la segunda mitad del siglo pasado. Los rumores en la ciudad, en aquellos años, contaban de todo, en particular en relación a los hombres que recalaban en el motel. Los vecinos aseguraban que hasta allí llegaban en sus vehículos, y con mucho secretismo, los que se consideraban hombres prominentes de la sociedad de entonces. Políticos o empresarios que no tenían empacho en ser clientes de la prostititución pero no querían que se supiera; una práctica que tampoco podemos considerar descartada.
Hace apenas dos semanas, esa especie de Narnia de emplazamiento dudoso, desapareció para siempre. Y bajo la implacable piqueta, perdió el misterio que lo rodeaba. Especialmente, en lo que se refiere a su emplazamiento. Resultó que estaba en el Barrio de Buenos Aires. Y hasta allí se desplazó el conocido youtuber tinerfeño Ricardo Marichal, creador de Ratatour, que entró en el edificio antes de que las máquinas de derribo lo hiciesen desaparecer para siempre.
Detalles de otro tiempo
Este miércoles ha pasado por los micrófonos de Hoy por Hoy Tajaraste y ha charlado con Puchi Méndez sobre su experiencia y sobre las historias que le contó una de las mujeres que en su día frecuentó el lugar. Entre otros detalles, cuenta cómo había "señores que le cambiaban las pelucas" a sus parejas "porque cada vez iban con una distinta". El youtuber aclara que en aquel entonces era impensable que una pareja acudiera a un establecimiento alojativo solamente para tener sexo, una práctica muy normal hoy en día.
Su dueña, una famosa y refinada prostituta de la época, La Húngara, controlaba todas las entradas y salidas y se encargaba de promover el negocio. Lógicamente, lo hacía de tapadillo, como no podía ser de otra manera dada la naturaleza de su actividad, pero ella encontraba la manera de arreglárselas. Por ejemplo, les daba una comisión a los taxistas que llevaban allí a los clientes que buscaban un lugar en el que practicar el sexo con discreción y con alguien que no fuese su pareja oficial. Hay que pensar que en la segunda mitad del siglo pasado, la infidelidad no era algo que se considerase moneda en corriente, como sucede ahora.
La infidelidad, oculta
De hecho, se veía como más problemática la imagen que pudiera ofrecer un hombre al saberse que mantenía relaciones extramatrimoniales que el hecho de que fuese un asiduo de la prostitución. En cambio, por supuesto, las mujeres sí que eran estigmatizadas por ejercerla.
Más información
Casa la Húngara cumplía todos los requisitos para desempeñar la función que cumplía. Tenía aparcamiento propio y el edificio rodeado de una tapia que impedía ver desde fuera los coches aparcados. Y también contaba con puerta de entrada y de salida, para evitar que se encontraran las parejas al salir o entrar en la habitación. Para mayor seguridad, en cada cuarto había un teléfono "de baquelita negra", como se precisa en el video, para avisar a la húngara de que los clientes estaban listos para abandonar las instalaciones.
