Sobre el Museo Rodin
El Enfoque de Francisco Pomares
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La delegación del Museo Rodin y el alcalde de Santa Cruz de Tenerife, José Manuel Bermúdez, visitan el Parque Cultural Viera y Clavijo / Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife
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Canarias
La Junta de Gobierno de Santa Cruz de Tenerife aprobó ayer el contrato por el que se adquieren, por algo más de dieciséis millones de euros, las esculturas que albergará el Museo Rodin de la capital, tras haber aprobado el pasado día 13 la licitación por doce millones de la obra de restauración y acondicionamiento del edificio que ubicará al Museo, en el Parque Cultural Viera y Clavijo. La ciudad comprará al Museo central 68 obras originales y quince réplicas de obras del escultor, de acuerdo con la tasación realizada por la Universidad de La Laguna. El contrato incluye el préstamo gratuito por Rodin-Paris de más de una veintena de obras durante varios años. En conjunto, se trata de la mayor inversión jamás realizada por Santa Cruz en un proyecto cultural, una inversión total de 28 millones a ejecutar en cinco años, a razón de algo más de cinco millones de euros anuales.
La inversión se justifica en sí misma por la recuperación del Parque Viera y Clavijo
Por supuesto, el proyecto ha encontrado inmediatamente detractores: por un lado, está el necesario coro de detractores políticos, que cuestionan la conveniencia de que la administración actual destine una cantidad tan enorme de recursos públicos a la instalación, en una ciudad como la nuestra, que adolece de serias deficiencias en tantos aspectos. También se han colocado frente al futuro Museo algunos activistas culturales, que estiman que la inversión no reportará beneficio artístico o económico para la ciudad. La presentación de un plan de negocio bastante optimista que establece en 56 millones de euros el retorno anual que producirá el futuro Museo al municipio, ha servido para alimentar las críticas y crear polémica. Una polémica que siempre acompaña todas las decisiones de inversión cultural, en Canarias y fuera de Canarias: se recuerdan aún los ecos de las feroces críticas y ataques que soportó el Auditorio de Tenerife, las alegres acusaciones de untaje y corrupción, o los comentarios sobre la indecencia de gastar tanto dinero en un edificio inútil para la ciudad.
Ahora toca tres cuartos de la misma actitud: esperar que una inversión de 28 millones de euros no cree polémica es bastante ingenuo. Pero algunos creemos, tras quince años de absoluto abandono y de incumplimiento del convenio firmado en 2006 por el Gobierno regional, que la inversión se justifica en sí misma por la recuperación y puesta en valor de uno de los más hermosos espacios urbanos de Santa Cruz, un parque cultural que sólo lo era de nombre,
y que en los últimos años había perdido toda conexión con la cultura y la ciudad.