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Siete puertas: un hogar para el refugio de los sueños

Nos adentramos en este centro de acogida de menores sin familia, en Tafira, Gran Canaria, para escuchar las aspiraciones de los chicos y chicas a quienes se les capacita para desenvolverse con independencia cuando cumplan la mayoría de edad

Hogar de menores sin familia Siete puertas, en Gran Canaria.

Hogar de menores sin familia Siete puertas, en Gran Canaria.

Desde el primer momento, uno tiene la sensación de que más que en un centro de acogida de menores sin familia, en Siete Puertas te adentras en un hogar donde te abren todas de par en par y donde son precisamente eso, una gran familia. Un espacio amplio, con mobiliario sencillo pero práctico; con todo lo necesario para mantener la armonía y la cotidianidad. La distribución es alargada, con varias estancias. Un comedor, un cuarto para la lavadora, una oficina para las gestiones de los responsables y las habitaciones, al fondo de un largo pasillo. En el recibidor-salón algunos chicos juegan a la Play Station concentrados en la pantalla de la televisión. Atravesando la cocina se llega a un patio donde otros juegan a las cartas y al fútbol. Y, como en cualquier casa con adolescentes, el reguetón manda. Varias chicas bailan un tema de Bad Bunny mientras graban un vídeo para Tik Tok: Ariadna y Ayrina Andrea, de 17 y 16 años. Arilyn, como conocen a esta segunda, es más tímida, es de Colombia.

Puedes escuchar el reportaje íntegro sobre el hogar Siete puertas en el siguiente podcast:

Siete puertas: un hogar para el refugio de los sueños

22:23

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Nos enseñan su habitación, la de más al fondo. Está muy ordenada. Quizá porque esperaban la visita. Es muy luminosa, con una ventana que da a una parcela con árboles frutales que cuidan entre todos. A cada lado hay dos literas, con algunos peluches sobre las camas. Un amplio armario empotrado y en las paredes fotografías de muchas caras sonrientes. Aunque aquí han encontrado por fin un lugar amable, ninguna de las chicas y chicos que conviven en estos hogares de acogida de menores ha tenido una infancia fácil. Están ahí porque, por diferentes motivos, no pueden convivir con sus familiares biológicos. Nos cuentan sus sueños. Que, como todos los jóvenes, también los tienen. Arylyn lo tiene muy claro: traer a Gran Canaria a su abuela desde Colombia y a la que hace más de tres años que no ve. Ariadna quiere ser forense como los protagonistas de las series que tanto le gustan. En la habitación contigua está Moussa. Él es de Mali, tiene 17 años. En cuanto cumpla la mayoría de edad deberá abandonar este centro, así que se está formando para encontrar un trabajo de electricista en cuanto llegue ese momento.

Llega la hora de la merienda y hablamos con el personal que les atiende. La Fundación Diagrama gestiona hasta doce hogares de protección como este de Siete Puertas en diferentes puntos de Gran Canaria. En total capacitan para el futuro a entre 120 y 140 menores de entre 16 y 18 años; unos 10 por cada hogar. Jóvenes canarios y de diferentes nacionalidades, sobre todo, de Sudamérica o África, aunque también han atendido a chicos y chicas alemanes o albaneses. Nayra Jiménez es la directora del centro.

Es verdad que en la zona hay muchos otros centros de acogida y, en algunos casos aislados, se están produciendo problemas de convivencia con los vecinos y con jóvenes conflictivos. Pero no es el caso de este hogar. Cuando es posible y los menores así lo quieren, mantienen contacto con sus familias, si no existe orden de alejamiento u otras circunstancias que lo impidan. Estas viviendas cuentan con hasta 14 profesionales de diferentes disciplinas que se encargan de mantener la convivencia y de facilitarles herramientas para gestionar las emociones, además de hacerles seguimientos periódicos para certificar que están felices e informar al Cabildo de Gran Canaria, entidad responsable última. Desde auxiliares educativos, educadores y trabajadores sociales o psicólogos, como Vanesa Montesdeoca, la educadora social.

Aunque en un primer momento es reacio a hablar, finalmente Moussa también se anima. Llama la atención que en la pared de la habitación no tiene pegado ningún póster de futbolistas como Messi o Ansu Fati, sus ídolos deportivos, ni de cantantes, su otra pasión; pero sí un gran mapa del mundo con banderas de muchos países. Un mapa en el que no se distinguen fronteras. Las chicas nos cuentan anécdotas y manías de unos y otros, bromeamos con los pequeños roces del día día que se resuelven sin ningún problema. Moussa confiesa que, en general, se encuentra muy bien en Gran Canaria, destaca la buena acogida de la gente salvo algunos casos muy aislados. Él se define como un chico tranquilo y respetuoso, centrado en aprender cada día y en seguir mejorando ese español con acento canario que ya tiene.

Les dejamos terminando de merendar y en su rutina. Aproximadamente, el 20% de los jóvenes que pasan por estos centros encuentran trabajo de forma más o menos fácil cuando cumplen los 18 años. Uno de ellos es Bouazza, tiene 21 años y es marroquí. También llegó en patera, en 2016, desde Dajla hasta Arguineguín tras dos días y tres noches de travesía por la ruta atlántica, una de las más peligrosas y mortíferas del planeta. Ahora trabaja de cocinero en una gastrotasca en la Playa de Las Canteras, en Las Palmas de Gran Canaria, pero el proceso de adaptación tampoco le resultó sencillo. Pese a todo, este joven cree que le ha valido la pena arriesgar su vida en el mar por la oportunidad de trabajar para disfrutar de una vida mejor, como la que ha logrado y de la que se siente muy orgulloso. Y todo gracias a encontrar en los centros como el de Siete puertas ese hogar refugio de los sueños y de ese amor que a ningún niño o joven debería faltarle nunca.

 
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