Descansar (entre ruidos) una noche en Santa Catalina
Durante doce horas nos hemos trasladado al epicentro del barrio en plena calle Sant Magí
Palma
El ruido es el principal problema para los vecinos del barrio de Santa Catalina. El Soho de Londres, pero en Palma. Una zona multicultural que se ha puesto de moda y que busca el equilibro entre los que quieren divertirse y los residentes que desean descansar. Durante doce horas nos hemos trasladado al epicentro del barrio y hemos dormido en un piso (o lo hemos intentado) en plena calle Sant Magí.
Llegamos a las ocho de la tarde, poco antes de reunirnos con algunos vecinos. Nada más entrar al barrio nos encontramos con dos agentes uniformados de la Policía Local paseando. Las terrazas están prácticamente llenas. En las mesas no caben más vasos, y algunos con alguna copa de más. No solo hay turistas, sino también ciudadanos de toda la Isla o de la Península, que repiten porque afirman que buscan buen ambiente y porque aseguran que se come bien.
Coches patrulla aparcados para disuadir.
Coches patrulla aparcados para disuadir.
Se acerca la hora de cenar y cuesta transitar por las aceras. Frente a los locales se agrupan clientes. Por la noche las calles se convierten en peatonales y los únicos coches que pasan, además de taxis, circulan con la música alta y todas las ventanillas bajadas con la suerte de encontrar una plaza de aparcamiento libre.
Pasadas las nueve nos recibe Pedro en su casa. En su terraza cuelga una de decenas de pancartas de la asociación vecinal desplegadas que pide "silencio, respeto y civismo". Prefiere mantenerse en el anonimato porque dos días atrás denunció ante la Policía Nacional al propietario de un local por amenazas. Asegura que no es el único vecino increpado por quejarse del ruido.
Carteles desplegados por el barrio que piden civismo, justo detrás un letrero de "se vende".
Carteles desplegados por el barrio que piden civismo, justo detrás un letrero de "se vende".
Lleva viviendo 34 años, trabaja desde casa, y tiene que aguantar incluso las vibraciones de la música del local que tiene justo abajo. Reconoce la labor de la policía, sobre todo tras haberse intensificado en los últimos fines de semana. Pero, insiste en que todavía siguen teniendo quejas por ruido.
Colas en los locales de ocio del barrio.
Colas en los locales de ocio del barrio.
Su vecina de enfrente, Valeria, compró el piso en plena pandemia y no se esperaba que un año después el ruido, los vómitos y los gritos le acompañarían prácticamente cada noche.
Una voz más, la de Antonio, quien también sufre los problemas del ruido y quien lamenta la ocupación excesiva de las terrazas.
Llama la atención que los propios vecinos se sorprenden de que este fin de semana no está habiendo ningún desmadre. Y es que en cada calle de Santa Catalina hay vehículos policiales aparcados con la intención de disuadir los comportamientos incívicos. Los agentes patrullan por la zona constantemente y hay un control policial en el Paseo Marítimo.
Agentes piden silencio a los ciudadanos.
Agentes piden silencio a los ciudadanos.
Pero no todo son críticas por el ruido. Hailey es una vecina, tiene dos pisos en el barrio, y asegura que está encantada. Lleva 14 años viviendo y cuenta cómo ha cambiado peor a mejor. Dice que lo único que la gente quiere una ciudad para socializar, beber y comer bien. Insiste en que se está invirtiendo en el barrio para mejor. No habla de ruido, sino de evolución, la ciudad ha crecido y cambiado.
Terrazas llenas en la calle Fàbrica.
Terrazas llenas en la calle Fàbrica.
Pasadas las doce la noche los bares y restaurantes cierran. Algunos alargan media hora, que se hace un poco más larga porque todavía quedan clientes terminando sus últimas copas.
Mientras que en la entrada de los locales de ocio se forman largas colas para entrar. Hay quienes eligen hacer botellón con botellas compradas en cualquiera de los supermercados de la zona. A pesar de pasadas las diez no se permite la venta de alcohol.
Cartel que pide respetar a los vecinos.
Cartel que pide respetar a los vecinos.
Eso sí, en cada establecimiento hay carteles en los que se pide silencio por el descanso de los vecinos, y recuerdan, textualmente, que las bebidas no se pueden sacar a la calle si no están en nuestra vejiga.
Son casi las dos de la madrugada. Nos vamos a dormir. A las cuatro nos despiertan algunos gritos tras el cierre de las discotecas, acompañado poco después del camión de basura justo delante del balcón.
Restos de vasos tras el botellón.
Restos de vasos tras el botellón.
Volvemos a acostarnos hasta las seis en punto con el sonido de la barredora y del camión de agua de EMAYA que coinciden con el cambio de turno de la Policía Local.
Camión de limpieza de EMAYA.
Camión de limpieza de EMAYA.
