El derecho a crecer con afecto y seguridad
El comentario de Marisol Delgado en 'La Ventana de Asturias' (04/07/22)
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Asturias
Ya lo dijo Aristóteles, somos seres sociales por naturaleza, necesitamos de otras personas para sobrevivir, necesitamos vincularnos. La familia, sea del tipo que sea, suele ser ese primer agente socializador en el que encontramos afecto y seguridad. Sin embargo, no siempre es así, no siempre se generan vínculos sanos, vínculos en los que se cuide, se pongan límites adecuados, se guíe, se mime, se refuerce, se proteja …
En ocasiones, porque los seres humanos que conforman las familias no pueden, no quieren o no saben actuar más que desde el egoísmo, el rechazo, la falta de empatía, la rigidez, la crítica excesiva o, incluso, el maltrato.
Vuelvo a ver hace unos días esa maravilla de película que es “Million Dollar Baby” y, aparte de la impactante historia que Clint Eastwood nos cuenta, no dejan de perturbarme las escenas en las que Maggie, el personaje principal interpretado por Hilary Swank, interacciona con su familia, ese grupo de seres interesados, llenos de mezquindad y vomitando continuos reproches. Quizá porque escucho bastante a menudo a personas con hondas heridas emocionales creadas por sus propios familiares.
Otras veces es el entorno el que hiere. No pueden construirse personas sanas cuando la precariedad laboral, las dificultades de acceso a una vivienda, las mermas en educación y sanidad públicas y la falta de tiempo libre son una realidad palpable y demasiado frecuente. Y, ya directamente resulta una utopía, cuando las guerras y el hambre forman parte del cotidiano paisaje. Que se lo digan a las familias de las personas fallecidas de forma cruel e inhumana en la valla de Melilla o en un camión abandonado en Texas.
Un poquito de humanidad, aunque fuera nivel básico, no sobraba. Reclamemos el derecho a crecer en entornos sanos, protectores y estables. ¡Qué menos!