Mayorga
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El comentario de Chema Caso en 'La Ventana de Asturias' (01/06/22)
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Asturias
Hace tiempo, unos tres, cuatro o cinco años que llevo esperando este momento: que a Juan Mayorga le otorgaran el premio Princesa de las Arte o las Letras. Desde que me emocioné con la primera en el Palacio Valdés, El arte de la entrevista, con excelente dirección de Juan José Afoso, fui viéndolo y leyéndolo hasta casi el delirio en sus anteriores y posteriores obras de arte. La última El golem, en el Niemeyer, un compendio de relatos que dan vuelta sobre sí mismos en un principal pensamiento que desmonta la teoría de los contrarios como método para el raciocinio.
Mayorga es un hombre de Chamberí, criado también en Carabanchel, al que queremos mucho en Asturias. Al menos, los que vamos al teatro en Avilés. Complicado, delicado y dialéctico, educado como ya no se lleva, es uno de esos tipos que te gustaría tener siempre en el pupitre o en el camino de al lado. Porque no es competitivo está tocado por una mano que le ha hecho progresar paso a paso, trabajo a trabajo, duro, hacia la Academia de la Lengua, hacia el Teatro de La Abadía y ahora hacia el umbral de los Nobel. Sigo echando de menos, de todas formas, a Marías, Gopegui o Sanz. Pero ellas, él, son novelistas.
Lo curioso de Mayorga es que siendo dramaturgo sus obras se lean como si fueran relatos. Y por eso le echan mucho en cara intelectualizar las fábulas. Pero no están en lo cierto, su teatro, su palabra, en directo, en escena, es pura emoción, talento y, sobre todo, cultura matemática y filosófica, sus dos pasiones, junto a la literatura destilada de un hombre capaz de presentarse ante la Academia como un “carterista de palabras”.