Enferma
La opinión de Julián Granado

Morón de la Frontera
Nuestra querida democracia, de apellido liberal, occidental, constitucional, y tal y cual, esa democracia, vecinos, está muy enferma. ¡Vaya, hombre! Más de un siglo que llevamos exportándola al tercer mundo, para liberarlo del comunismo, las dictaduras militares, los reyezuelos caníbales y las teocracias islamistas… Vendiéndosela como el bálsamo curalotodo para el progreso social, y resulta que les estábamos vendiendo un producto en mal estado. Y que lo único que ha ganado a día de hoy aquella pobre gente es un móvil y una pantalla de cuarenta y tantas pulgadas en la que ver el fútbol. Claro, de eso se trataba, ¿no? De abrir mercados, para quedarnos a bajo precio con las materias primas ahora llamadas tierras raras, y conseguir mano de obra barata. Con la que por cierto se han pasado de rosca los que mueven el cotarro, y ahora somos nosotros, la sufrida ciudadanía, los que pagamos el pato de la inmigración mal regulada.
El caso es que, cuando compruebo lo enfermo que está nuestro glorioso sistema, me acuerdo siempre de aquella distopía de Saramago, en la que, durante una jornada electoral, nadie acudía a votar. A ver cómo se las apañaban nuestros partidos con un 80 o 90 por ciento de abstención. Seguramente aprovecharían para formar gobierno los neonazis de la ultraderecha, y de eso también nos culparían a los abstencionistas. A los que, antes del desencanto, llevábamos toda la vida manteniendo con nuestros votos y nuestros impuestos al politicastro pegado a su escaño, al altísimo cargo sentado en su poltrona y, sobre todo, a los ricos y los bancos ganando más hasta cuando decían perder. ¿Y para cuándo el mundo más feliz prometido? Bueno, eso para mañana, o para nuestros hijos, o para cuando la situación lo permita, ¡no sea usted pesado, hombre!
Así es que lo dicho. Conmigo que no cuenten más, me bajo en marcha. ¿Y la solución? ¡Ah, esa no me la pidan a mí! Tradicionalmente, el que se cargaba el invento montaba uno nuevo, y se llevaba los pedazos rotos del estropicio. Sólo me corresponde hacerles ver que su democracia está muy malita. De morirse, vamos. Y lo peor es que, de momento, no hay repuesto.