Miguel Guirao: “Una vez, una chica me paró por la calle y me dijo que yo le había cambiado la vida”

Granada

Miguel Guirao Piñeyro decidió ser profesor de anatomía humana. Contar el cuerpo humano, contar la ciencia para todos, para todos los bolsillos, todas las edades, todos los estados de ánimo. Con el valor añadido que contar la ciencia para todos supone. Sin los recodos técnicos ni dobles tirabuzones invertidos que los investigadores colocan en el camino para reducir su audiencia a sus colegas y a las revistas de investigación internacionales.

No médico. Fue médico para ser profesor de la Universidad de Granada de Anatomía Humana, con mayúsculas, por favor. Apasionado, enérgico, enamorado. De una capacidad didáctica seductora, trascendente. Ni siquiera le disuadió la inmensa figura de su padre, intimidatoria al menos en la distancia, pero fraternal y estimulante para el niño Guirao, que creció entre los embriones de su abuelo Guirao Gea y las enseñanzas sobre genética, humana y divina, de su padre Guirao Pérez.

Pero para cuando él supo de la envergadura de padre y abuelo, ya tenía más que inoculado el virus de la vocación de servicio, y soñaba una vida en las aulas, rodeado de alumnos. "Una vez, en un semáforo, una chica me dijo que yo le había cambiado la vida", dice Guirao Piñeyro emocionado, como si ese destello de luz contuviese toda su existencia.

Se nos va media entrevista hablando de su padre, de cuando compartían Facultad y eran vecinos de despacho -"Mi padre llegó a la Universidad de Granada en 1942 y estuvo hasta su muerte en 2010; son 70 años en la Universidad", remarca orgulloso-, y menciona Uppsala en Suecia, en los años de formación de su padre, y La Laguna, en Tenerife donde funda la Facultad de Medicina y dirige el Hospital General; y su memoria se detiene todo el tiempo ante su madre para hacer una reverencia de admiración, justicia poética y amor infinito: "Lloró mucho en los años de ausencia de mi padre con tantos niños en casa".

Ahora, Miguel Guirao Piñeyro, en activo como profesor de la UGR, también colabora con la institución para catalogar el archivo fotográfico y documental de su padre, que pronto formará parte de los fondos de la institución académica como un tesoro incalculable.

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"Cuando nos aburrimos en casa, creamos oenegés", dice el médico entre risas, recordando que crearon la Fundación Agua de Coco, o que él y su padre contribuyeron decisivamente a la creación del Aula Permanente de Formación Abierta de la UGR, la universidad para mayores, -"orgullo es lo que siento", dice- de la que su padre fue el primer director y él sigue en activo como profesor treinta años después. Y así, un no parar de aportaciones increíbles e inclasificables convertidas en rutina, en el pan nuestro; hitos, publicaciones, condecoraciones.

La ciencia y la cultura como herramienta de transformación de la sociedad encuentran en la familia Guirao un espacio de compromiso y esperanza. Una sonrisa. En Miguel Guirao Piñeyro perviven su abuelo y su padre, y cada día materializa y revive el sueño del niño que jugaba a contar el cuerpo humano.