Firma de opinión de Peithon: El Tamborilero
El rapero cordobés nos deja su particular visión de los villancicos
Firma de opinión de Peithon: El Tamborilero
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Córdoba
Escribo esto un veinticinco de diciembre, fecha reservada a unas Navidades de las que me siento especialmente alejado. Desconozco si por apatía, por las calles hasta las trancas de luz, por el cansino "Burrito Sabanero"... O quizás este sea el primer año donde me veo incapaz de soslayar la letra pequeña de estas fiestas.
Estaba terminando de cincelar un poema cuando, de súbito, me asalta un viejo conocido, que aún veo como el mismo niño al que cantaba con ilusión en mi infancia: el tamborilero.
Mi villancico favorito. De pequeño, me fascinaba su tonalidad, más oscura (o así lo recuerdo) que la alegría supuesta para el blanco de estos días. Ahora, con un oído tal vez más adulto -que no por ello más maduro-, percibo en su atmósfera una pesadez muy cruda, muy real. Es como si hubiera estado esperando a que creciera para mostrarme el significado puro de estas noches. Un pastorcillo andando el despiadado invierno que lo separa de su destino, elegido libremente, sin más ofrenda que su propia música, un cachito de sí mismo, a cambio de la sonrisa pura de un bebé. Ese es el escenario del villancico y, si me preguntan, el amor que tan bien pedimos para estas fiestas, después de guardarlo durante el resto del calendario, no sea que lo echemos a perder. Es el buen amor romántico, pues es sufrido, es duro, es verdadero.
Les deseo felices fiestas y un tambor ronco debajo del árbol.
Peithon
Músico