Aprendí a ser más exigente.
El Comentario de Lola Fernández
Comentario de Lola Fernández
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Morón de la Frontera.
A veces pienso que la vida es como la croqueta, sí, como la croqueta o cocreta, que por mucho que lo oigas decir mal al fin y al cabo serán croquetas en tu entendimiento.
Las hay pequeñas y exquisitas, gordas y reventonas, las hay sencillas o sofisticadas que, aunque nos quemen en la boca, se nos rompan o comerlas frías nunca diremos no a la croqueta perfecta o imperfecta.
Por eso la vida es como la croqueta, un tesoro sencillo.
Esto me decía un profesor que tuve en el colegio Fernando Villalón, donde cursé mis estudios de primaria.
Mi profesor de historia y geografía, Don Rafael, de Badajoz, en su forma de ser, campechana, fue el que más aprendizaje nos inculcó, porque mi profesor, como tantos otros de la EGB de entonces eran maestros que, aparte de enseñarnos a sumar, a leer, o conocer el mundo… hicieron mucho más que eso… nos enseñaron que la vida es exigente.
Nos enseñaron a estar sin luces y en sombras. Que sin esfuerzo y sin honestidad es imposible ser libres, nos dieron confianza, nos dieron las claves para trabajar por nosotros mismos en este mundo lleno de incertidumbres.
No nos cogieron de la mano y no nos enseñaron el camino, no, nos dieron un mapa y nos dejaron libres que tomáramos nuestras decisiones con la valentía suficiente para dejar de ser niño y convertirte en adulto, a pesar de tener muy pocas fechas de cumpleaños.
Nunca me olvidare de ellos, porque ellos me hablaban de quién eras y de quien podías llegar a ser.
A todos ellos les debo lo que soy. Porque de ellos aprendí a convivir conmigo misma y a perder el miedo a los días inciertos.
Me gusta saludar a mis compañeros de colegio, ellos sin saberlo forman parte de mi historia, la que recordamos cada vez que nos vemos, porque volver la vista atrás y contar aquellas batallitas de infancia y adolescencia te hace recomponer y disfrutar de las pequeñas cosas que la vida, como las croquetas, saboreas.
Porque no somos nada sin raíces, sin recuerdos y sin el amor a los sitios donde fuimos felices y a las personas, aquellos profesores que nos hicieron la vida más fácil, sin saberlo nosotros por nuestra poca experiencia de vida.
Ahora, muchos años después, sé que, sin el compromiso de mis profesores, mi vida hubiera sido otra.
En el recuerdo tengo a mi profesor de inglés, Téllez, que se esforzaba en hacerme ver que mi lenguaje era mucho más extenso que el de los británicos y por tanto más fácil.
Mi querida señorita Alicia Serrano Leite, para nosotros una autentica actriz de las que salían en la tele, una señora rubia, guapa, simpática y muy cariñosa que nos enseñaba el lenguaje con la dulzura de una madre.
Y tantos otros que pasaron por nuestras etapas escolares y por nuestras vidas, sin el compromiso de ellos, nuestra vida hubiera sido otra.
En memoria de los maestros José Antonio Pérez Dávila y José Manuel Alcántara, quienes han dejado una huella imborrable.