Gadir marca el camino

Cádiz

Presionados por las demandas que les hacían los asirios, algunos fenicios dejaron Tiro, al otro lado del Mediterráneo, para buscar un lugar al oeste donde fundar una nueva colonia. Viajaron en sus barcos de cedro, y, aunque la Historia dice que no fue su primera opción, terminaron eligiendo Cádiz y, concretamente, el lugar que hoy es la playa de La Caleta. Allí este sábado llegó una gabarra de vela rojiblanca, y unas 200 personas bailaron con remos, cantaron al pasado y al presente, reivindicaron el peso de la Historia y sobrevolaron por los aires de una ciudad que, tan ansiosa de cosas, llenó la misma arena y alrededores que hace 3.000 años pisaron por primera vez los fenicios.

El Ayuntamiento de Cádiz selló anoche el programa 'Orgullos@s de nuestra historia' con el esperado espectáculo de la Fura dels Baus, compañía catalana, que ha asentado un enorme prestigio, gracias a la espectacularidad visual de sus propuestas, que ha terminado por convertirla en un icono del teatro de calle. Fue ese el motivo por el que el gobierno local apostó por elegir a esta compañía para este encargo. Las decenas de miles de personas que llenaron La Caleta demostraron que la decisión fue acertada.

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En seis actos, La Fura trató de resumir la impronta que los fenicios han dejado en la ciudad, su capacidad para hacer de Cádiz un referente comercial del mundo, el peso de su civilización y la importancia de sus vestigios presentes aún por la ciudad. Hubo una emocionante llegada en barco, una potente banda sonora que reforzó de intensidad la coreografía de Edu Guerrero, y dos propuestas áreas, que no resultaron tan espectaculares como se esperaba.

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'Gadir, el resurgir de los fenicios', como han llamado a este estreno, ha ido a lo seguro, a lo que se sabe que funciona en Cádiz, además de contar con la solvencia de talentos gaditanos que nunca fallan: por ejemplo, el arranque de la narradora, la siempre brillante actriz Susana Rosado, o la apuesta por Edu Guerrero, uno de los mejores artistas flamencos del mundo, que volvió a deslumbrar con sus coreografías y capacidad física, y se llevó casi la mitad del metraje de la obra. La Fura tuvo también la inteligencia de apostar por la gente del carnaval, una fiesta que, por sí sola, está acostumbrada a conseguir lo que ellos buscaban, llenar aforos en Cádiz.

De lo mejor del espectáculo fue la música creada al unísono por talentos artísticos, muchas veces poco valorados por venir del carnaval: Luis Rivero, García Argüez, José Manuel Pedrosa, Bayón, o Nandi Migueles, sumaron su creatividad y sus componentes, junto a las partituras y pericia de Juan Antonio Verdía y Calde Ramírez. Ya solo por esa sinergia, y las enormes posibilidades que abre, habría merecido esta aventura.

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La obra, eso sí, quedó lastrada en algunos momentos por cierto conservadurismo. No hubo música en directo, las coreografías aéreas presentaban lagunas evidentes, no hubo mucho gusto estético ni en vestuario ni en decoración, y, sobre todo, la iluminación fue muy deficiente. Como si, en algunos aspectos, no se hubiese llegado a tiempo o se hubiese escatimado en cuestiones técnicas y artísticas fundamentales.

Cádiz respondió con creces. Tras un desastroso inicio, con un pasacalles arruinado por el viento y cierta improvisación, el Ayuntamiento puede respirar tranquilo de haber rematado su semana fenicia con un enorme éxito de público y una gran dignidad artística. Además, las actividades paralelas, las conferencias y el mercado fenicio del parque han atraído a mucha gente y se ha conseguido una enorme repercusión de cada actividad. Al fin y al cabo, de eso se trataba.

El gobierno local ha anunciado cuatro años consecutivos de semanas culturales para mostrar el orgullo por la historia de Cádiz. Ya sabe que interés existe del público. Hay quien reprocha la improvisación, la falta de base histórica y científica de las propuestas, o el haber recurrido a gente foránea para dar lustre a labores que los gaditanos saben de sobra hacer. Un sano debate que confirma el éxito de esta cita. Solo se salva de la crítica lo que no existe, lo que no se hace.

La próxima cita, la de 2025, es la Cádiz romana. Tiempo hay de prepararla, de aprender de los errores y de asumir algunas lecciones. Gadir ha marcado una línea de eventos que, bien aprovechados, pueden servir para reforzar la industria artesana local, alentar el conocimiento y difundir el trabajo de los historiadores que llevan décadas en esto, y confiar en que el talento artístico de Cádiz es autosuficiente para crear grandes cosas. Por tierra, mar y aire. Y que todo eso hay que encargarlo con tiempo. Y, por supuesto, pagarlo.